July 3, 2020
Carl Camp campce@gmail.comHide | |
Bcc | MIMILOZANO@aol.com |
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Welcome to this section. As editor, my goal is to
gather and compile information which will give readers a perspective on
the Spanish presence and their contributions to the history and
populating of the world. As a nation, the Spanish soldiers and sailors were the most dedicated, obedient, faithful, and successful in following the directive given by our Lord Jesus Christ to . . . . . "Go ye therefore and teach all nations, baptizing them in the name of the Father and of the Son and of the Holy Ghost. Matthew 28:19-20 Spanish soldiers accompanied the Catholic priests who carried the
gospel of Jesus Christ all over the world. They also protected the
indigenous who choose to live in the mission quarters. For forty
years, I have come across bits of primary documents that tell a
different story, than the history I was taught in high
school. |
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1400s
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Aztec Monarchs Family Tree
Holy Roman Emperors
Family Tree (from Charlemagne)
https://www.youtube.com/watch?v=VEtkeLvTchc
Spanish Monarchs
Kings and Queens of England
Scotish Monarchs
Family Tree
French Monarchs Ottoman Sultans Family Tree Portugal Monarchs Family Tree
https://www.youtube.com/watch?v=j1Xp84lt__0
Russian Monarchy
Family Tree
Swedish Monarchy Family Tree Egyptian Pharaohs Family Tree (from 18th Dynasty)
https://www.youtube.com/watch?v=HaZmGPePdTg
Ancient
Egypt History and Mythology
/ Egipto Antiguo
historia y mitología
Map: Roman
Emperors
Costa Mediterranea desde
Barcino - Narbonense hasta
Liguria
Found by: C. Campos y Escalante (campce@gmail.com)
La lectura cura la peor
de las enfermedades
humanas, "la
ignorancia".
Reading cures the
worst of human diseases
"Ignorance"
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MIMI . . . CHECK THE BIBLIOGRAPHY . . . NEED DATES below
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Las guerras tarasco-mexicas fueron una serie de conflictos bélicos, que tuvieron las dos entidades políticas más poderosas de Mesoamérica, desde 1476/77 hasta la Conquista española en el siglo XVI. Por una parte estaba el Tzintzuntzan Irechequa (“Reino de Tzintzuntzan”) que abarcó gran parte del actual Estado de Michoacán y territorios limítrofes, y la Tripe Alianza o Excan Tlatoloyan mexica, que logró extenderse por la mayor parte del centro de México, la costa del Golfo, Oaxaca, y tener presencia en algunos territorios de Chiapas y Guatemala. Gracias a las investigaciones recientes sobre estos conflictos que duraron más de 40 años, se puede tener una visión más completa sustentada en fuentes documentales y arqueológicas, logrando superar la imagen distorsionada elaborada por la imaginación calenturienta de algún literato o apasionado de la historia desinformado. En el presente texto presentamos algunos de los puntos más importantes de estas guerras, que decidieron el destino de millones de seres humanos en la segunda mitad del siglo XVI. Los chichimecas de los lagos de Pátzcuaro y Texcoco (Siglos XIII y XVI)Las historias de los tarascos y mexicas comparten algunas similitudes, ya que ambos pueblos se reivindicaron como originarios de las regiones norteñas habitadas por indígenas chichimecas. El linaje “chichimeca” más poderoso de los que se asentaron en el lago de Pátzcuaro en el siglo XIII, fue el de los uacúsecha (águilas), cuyo dios patrono fue Curícaueri. Tras varias alianzasMIM matrimoniales, intrigas y guerras con los isleños y otros linajes “chichimecas”, los uacúsecha lograron hacerse con el control de la cuenca de Pátzcuaro durante los últimos años de vida de Taríacuri (ca. 1420), y derrotar a sus enemigos y parientes más poderosos de Taríaran y Curínguaro. Taríacuri heredaría el poder a sus sobrinos Hirepan, Tangáxoan y un hijo, Hiquíngaje, quienes establecerían el Triunvirato Ihuatzio-Pátzcuaro-Tzintzuntzan, quienes entre 1420-1450 realizarían muchas conquistas en Michoacán. Los mexicas según sus historias vinieron de un lugar al norte llamado Aztlán , guiados por su dios patrono Huitzilopochtli (Zinzuviquixo en tarasco), y tras peregrinar por décadas (junto con otros grupos incluyendo los tarascos), se asentaron en un islote del lago de Texcoco durante el siglo XIV, donde vivieron muchos años subyugados a los señoríos ya establecidos, esforzándose por emparentar con los linajes de ascendencia “tolteca”. Tras conspirar con varios aliados, Itzcóatl y Moctezuma Ilhuicamina iniciaron una revuelta contra los tepanecas, logrando derrotar a Maxtla e independizarse de Azcapotzalco en 1428. Establecieron la Excan Tlatoloyan o Triple Alianza, compuesta por México-Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan. Bajo el gobierno del huey tlatoani Itzcóatl, el primer objetivo fue reconquistar los dominios de los tepanecas, iniciando la conquista del valle de Toluca en 1430. |
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Imagen 1. Los dioses patronos de los tarascos y mexicas ataviados como “chichimecas”. Izquierda: El dios Tiripeme Curícaueri (“Precioso que es Fuego”) según la lámina XIX de la Relación de Michoacán (Detalle). Derecha: el dios Zinzuvquixo (Tzintzuni=”colibrí”, Uquixo=”izquierda, zurdo”, “Colibrí Zurdo”), nombre tarasco de Huitzilopochtli. Códice Telleriano-Remensis, f. 25 (Detalle). |
Calma tensa en los lagos (1420-1476)Estos conflictos en el centro de México, se dejarían sentir pesadamente entre los pueblos otomís, matlatzincas, mazahuas, ya que sus señoríos se encontraban en los valles intermontanos en medio de las dos cuencas de Pátzcuaro y Texcoco. Ante el avance mexica estos pueblos empezaron a migrar a Michoacán, buscando refugio con los tarascos. El Códice de Huichapan menciona que un pueblo otomí fue destruido, y migraron hacía Michoacán en 1436; este tipo de migraciones data de tiempos anteriores, y fueron constantes durante las siguientes décadas, el mismo códice menciona otra migración de otomís en 1460, y una de mazahuas en 1467. Para el año 1440 subió al trono de México-Tenochtitlan, Moctezuma Ilhuicamina, conquistando en las siguientes décadas las poblaciones de Xilotepec, Taxco, Nochtepec, Teticpac, Tepecoacuilco, Tlacozauhtitlan, Coatepec, Tenetzinco, Cocollan, Coatlan, y las poblaciones chontales de Acapetlahuayaca, Oztuma, Chuapan e Ixcateopan. Con estas conquistas, los mexicas lograron apoderarse de una parte importante de la cuenca del río Balsas. Un acontecimiento fundamental ocurrió en la cuenca de Pátzcuaro, aproximadamente para 1450 y bajo circunstancias no mencionadas en las fuentes, el hijo de Tangáxoan llamado Tzitzíspandácuare (en las fuentes nahuas se le nombró Camacoyáhuac), centralizó el poder en Tzintzuntzan, relegando la importancia de Pátzcuaro e Ihuatzio y finalizando el período del Triunvirato, por lo que se inició una nueva fase de expansión territorial ahora ya como Tzintzuntzan Irechequa, que llevaría a los tarascos q conquistar Zacatula, Colima y parte de Jalisco. En la Relación de Michoacán se hizo alusión brevemente a los movimientos de tropas tarascas hacía el Este: “Zizíspandáquare hizo algunas entradas hacia Tuluca y Xocotitlan y le mataron en dos veces, diez e seis mil hombres. Otras veces traía cativos.” (Alcalá, 2008 [1542], Segunda Parte, Cap. XXXV, f. 138v). En el Códice Telleriano-Remensis se menciona una campaña emprendida bajo el gobierno del cazonci (gobernante supremo tarasco) Tzitzíspandácuare hacia poniente en 1462: “Tuvieron una batalla los de Mechuacan y Xiquipilco, que es en el valle de Matalcingo” (Codex Telleriano-Remensis, f. 33v), incluso se mencionan expediciones a lugares lejanos como Xichú en Guanajuato. Esto manifiesta los intentos que tuvieron los tarascos de conquistar los territorios localizados al Oriente, especialmente el valle de Toluca antes de que cayera en la órbita de control mexica.
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En 1469 murió Moctezuma Ilhuicamina, y subió al trono de Tenochtitlan el huey tlatoani Axayácatl (llamado Hacángari en la Relación de Michoacán), quien siguió con los intentos de dominar definitivamente el valle de Toluca. La oportunidad se presentó en 1475, cuando los matlatzincas se rebelaron contra los mexicas, por lo que se enviaron guerreros para sofocar la insurrección. Alonso de Zotita mencionó que a los matlatzincas “se quisieron levantar contra él [Chimaltecutli, quien se doblegó a los mexicas] porque los fatigaba demasiadamente por servir y contentar al de México, vino segunda vez contra ellos, y les dio guerra y los destruyó, y algunos se fueron fuera de su natural, especialmente los de Zinacantepec, que se fueron a Michoacán, adonde ahora llaman Tlaulan…” (Zorita, 1993 [1584], P. 197). En este punto de las circunstancias, el conflicto entre tarascos y mexicas era ineludible, ya que ambos buscaban pueblos para conquistar y apropiarse de sus excedentes por medio del tributo. La victoria de los ejércitos de Tzitzíspandácuare sobre los de Axayácatl (1476/1477)Una de las guerras más famosas de la historia mexica, sin duda es el intento de conquista que Axayácatl emprendió contra Michoacán en 1476/1477, donde los mexicas fueron aplastados a manos de los guerreros del cazonci, y el mismo Axayácatl huyó desastrosamente con los sobrevivientes. Se han dicho muchas cosas de este acontecimiento histórico, pero pocos habían analizado la información disponible. Las fuentes más ricas son las crónicas de Diego Durán y Hernando Alvarado Tezozómoc, así como otras breves referencias, que a pesar de las contradicciones en las fuentes, se pueden complementar, permitiendo contemplar la magnitud de esta campaña. Los agresores fueron los mexicas, quienes quisieron probar el valor de los tarascos y experimentar sus fuerzas, capturar prisioneros para estrenar la Piedra del Sol, consagrar su templo, y subyugarlos para cobrarles tributo. Varían el número de combatientes que los mexicas y sus vasallos reunieron: Durán mencionó un ejército de 24,000 combatientes, mientras que Tezozómoc dio la cifra 32,300 combatientes. Los mexicas destruyeron el pueblo fronterizo de Taximaroa (actualmente Ciudad Hidalgo) en territorio tarasco; en la Relación de Michoacán se mencionó: “Otra vez vinieron los mexicanos a Taximaroa y la destruyeron en tiempo del padre de Motezuma llamado Hacángari [Axayácatl], y Zizíspandáquare la tornó a poblar…” (Alcalá, 2008 [1542], Segunda Parte, Cap. XXXV, ff. 138v-139).
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Fig.
103. Cazonci tarasco
Tzintzincha Tangáxoan [Relación
de Michoacán, lámina XLIV] De ahí se movieron cerca de Zinapécuaro, donde dos espías matlatzincas informaron a Axayácatl que los tarascos estaban armados con “hondas y varas tostadas arrojadizas, arcos y flechas, y macanas, con cuchillos de navajas, porras, y otras armas ofensivas, con muchas y galanas rodelas y divisas de oro, y plumas”; y que el ejército del cazonci Tzitzíspandácuare los superaba en número. Al escuchar la información de los espías, Axayácatl no se alegró, y sus consejeros viendo la flaqueza que mostraba el huey tlatoani, le dieron un consejo “bestial”, en palabras de Durán: le dijeron que los mexicas nunca había temido a ningún enemigo ni se habían retirado sin pelear, y dieron a entender que sí se retiraban, iban a perder prestigió ante los otros pueblos, por lo que sólo podían morir o vencer, además su reputación ante sus enemigos y pueblos subyugados peligraría, ya que “habiendo venido sin ser llamados ni provocados que qué dirían las demás naciones.” (Durán, 1984 [1579], T. II, Cap. XXXVII, Pp. 282-283). Al ver al ejército tarasco, Axayácatl se arrepintió, pero ya había dado la orden de avanzar, iban capitaneando a los guerreros los cuauhhuehuetque o “águilas viejas”, y por guerreros cuachic o águila; mandó que se pronunciaran arengas al ejército para animar a los guerreros. Del lado tarasco debieron ir capitaneando los guerreros quangáriecha o “valientes hombres”, guerreros nobles pertenecientes a esa orden militar (Carvajal Medina, 2017). Al parecer hubo un primer enfrentamiento con los tarascos, de quienes también varían las cifras de guerreros, 40,000 hombres de guerra según Durán, 50,000 hombres de guerra según Tezozómoc. En la versión de Durán se menciona que fue en un llano cerca de Zinapécuaro donde la iniciativa la tuvieron los mexicas contra “los tarascos, y fue tan sin provecho la arremetida, que, como moscas –dice la historia- que caen en el agua, así cayeron todos en manos de los tarascos.” (Durán, 1984 [1579], T. II, Cap. XXXVII, P. 283).
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Imagen 4. Representación en el Códice Durán de la derrota de Axayácatl a manos de los tarascos en 1476-1477. Hasta donde tenemos conocimiento, es la única representación pictográfica en las fuentes sobre esta batalla (Durán, 1984 [1579], T. II, lámina 25, Cap. XXXVIII, P. 287 [en apéndice]). En la versión de Tezozómoc se menciona que los mexicas lograron que los tarascos se replegaran a Charo, donde según se habían reunido 80,000 guerreros, que iniciaron una poderosa contraofensiva que derrotó definitivamente al ejército mexica, persiguiéndolos hasta los montes de Toluca. Axayácatl al ver la imposibilidad de la victoria dio la orden de retirada, huyendo y dejando atrás a más de 20,000 guerreros muertos o prisioneros, que posteriormente serían esclavizados o sacrificados en honor de Curícaueri. Se menciona que murió uno de los cuatro señores del consejo que elegían al huey tlatoani, y de forma dramática se narró:
El punto de reunión de los restos del ejército de Axayácatl varía según la versión: Durán afirmó que se reagruparon en Ecatepec, mientras que Tezozómoc mencionó que fue en Tzinacantepec. Después de haber hecho la cuenta de sobrevivientes, mandaron mensajeros a México-Tenochtitlán para darle la mala nueva a Tlacaélel, quien al enterase, temió una contraofensiva tarasca, ya que “puso guardas a la ciudad y mandó tocar atambores y caracoles”, para poner de luto a la ciudad (Durán, 1984 [1579], T. II, Cap. XXXVII, P. 284). Cervera Obregón ha mencionado que en los debates académicos y neófitos, se ha sobredimensionado el uso de armas de cobre por parte de los tarascos, como factor decisivo para haber obtenido la victoria. El cobre fue usado para elaborar ciertos tipos de armamento, pero como bien lo señala Cervera Obregón, los tarascos no tuvieron la capacidad material para armar un ejército de 40,000 guerreros con armas de este metal. Dos aspectos fundamentales para entender la victoria tarasca sobre los mexicas son: la superioridad numérica que mencionan las fuentes, y el conocimiento y uso del terrero por parte de los tarascos como parte defensora (Cervera Obregón, 2011, Pp. 203-209). Teniendo en cuenta esto, podemos observar cómo esta campaña mexica fue un aventurismo precipitado por parte de la clase dominante mexica, que como resultado inclinó la balanza a favor de los tarascos.
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Imagen 5. “Artefactos prehispánicos de bronce con aleación de estaño: dos hachas, quizá también usadas para la guerra, punta de lanza laminada y con orificios para el combate cuerpo a cuerpo y tarequa o “coa o palo de cavar tierra” […]”, Museo del Estado, Morelia, Secretaría de Cultura de Michoacán” (Paredes Martínez, 2017, 193). Las consecuencias después de la campañaCon el ejército mexica aniquilado y el mito de su invencibilidad acabado, el prestigio de Tzitzíspandácuare se elevó por los cielos. Después del enfrentamiento, los movimientos migratorios de pueblos otomís, matlatzincas y mazahuas aumentaron. Varios pueblos del valle de Toluca migraron en masa al Tzintzuntzan Irechequa para 1479, huyendo de los maltratos y excesos de tributo mexicas: los matlatzincas poblaron lugares como Charo, Guayangareo y Huetamo; un grupo de otomíes cuyo señor se llamaba “Timax”, huyó del yugo mexica y se ofreció como vasallo del cazonci, quien les dio tierras en Taimeo; otro grupo de otomíes al mando del señor “Ucelo Apanze” se ofreció como vasallo del cazonci, asentándose en Necotlán, hoy Santiago Undameo (Véanse las Relaciones Geográficas de esos lugares en Acuña, 1987). Estos pueblos buscaron la protección militar de los tarascos a cambio de pagar tributos, acrecentar las flechas de Curícaueri (es decir sus el número de sus huestes), y luchar contra los mexicas y sus aliados, incluyendo a sus familiares del otro lado de la frontera. La conformación de una frontera de guerra inició y se extendió más de 240 km., desde Acámbaro en el Estado de Guanajuato hasta Titilan del Río en el Estado de Guerrero, erigiéndose una serie de fortalezas y guarniciones, cuya materialización fue el aprovechamiento del terreno montañoso entre las cuencas de Pátzcuaro y Texcoco. Se erigieron una cadena de fortalezas que se extendió a ambos lados de la frontera en las décadas siguientes. Carlos Herrejón Peredo mencionó que del lado tarasco, los asentamientos principales con guarniciones o fortificaciones fueron, de Norte a Sur: Yuririapúndaro, Acámbaro, Maravatío, Taximaroa, Zitácuaro, Jungapeo, Susupuato, Tuzantla, Tiquicheo, Huetamo, Cutzamala, Pungarabato, Tlalchapa, y Ajuchitlán. Del lado mexica y de Norte a Sur, las guarniciones y fortificaciones más importantes se establecieron en Jilotepec, Timilpan, Xocotitlán, Ixtlahuaca, Villa Victoria, Valle de Bravo, Santo Tomás, Zacazonapan, Temascaltepec, Tejupilco, Amatepepec, Tlatlaya, Alahuixtlán, Ixcateopan, Teloloapan, Oztuma y Tetela del Río (Herrejón Peredo, 1978, Pp. 29-30). Tanto tarascos y mexicas, reforzaron las fronteras poblándolas con pueblos de distinto origen étnico y lingüístico, como los guamares, pames, otomís, mazahuas, pirinda-matlatzincas, chontales, cuitlatecos, chumbias, tolimecas y pantecas, para que resguardaran las fronteras y tuvieran la función de señoríos colchón.
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Imagen 6. Principales fortalezas y guarniciones en la frontera tarasco-mexica (Hernández Rivero, 2004), modificación nuestra. Equilibrio de poderes (1479-1502)Axayácatl, huey tlatoani que es recordado por haber sido derrotado por los tarascos, murió en 1481 En su lugar subió al trono su hermano Tízoc, quien emprendió guerras hacía otras direcciones y fue considerado como gobernante débil. Para 1484 el Códice de Huichapan menciona otra rebelión de los matlatzincas, que fueron a refugiarse a con los tarascos; durante los años seguiría habiendo batallas y escaramuzas, pero de poca magnitud. En 1486 murió Tízoc, su sucesor sería Ahuízotl, para su coronación, se prepararon grandes festejos, y se enviaron embajadores a los señores de las entidades políticas enemigas más importantes: Tlaxcala, Cholula, Huejotzingo, Metztitlán, Tlatlauquitepec, Zacatula, Yopitzingo, e incluyendo al Tzintzuntzan Irechequa. Pero Tzitzíspandácuare rechazó ir, e incluso se mofó de los mensajeros, pues les dijo:
Sin embargo, más adelante, se mencionó que después de una guerra para celebrar la coronación, los mexicas volvieron a enviar embajadas a los señores enemigos, en está ocasión, Tzitzíspandácuare si envió una embajada a la coronación de Ahuízotl. Si este testimonio es confiable, podemos considerar entonces que Tzitzíspandácuare vivió por lo menos hasta 1486. El sucesor de Tzitzíspandácuare fue su hijo Zuangua, quien se encargó de mantener las fortalezas y guarniciones en la frontera tarasco-mexica. Para 1490 los mexicas iniciaron la conquista de la costa de Guerrero, intentando cercar la frontera tarasca, por lo cual los tarascos intensificaron los ataques a la fortaleza de Oztuma, que estuvo constantemente sitiada hasta tiempos de la Conquista. En 1502 murió el huey tlatoani Ahuízotl, y en su lugar quedo el más famoso de los gobernantes mexicas, su primo Moctezuma Xocoyotzin, quien se encontraba en el valle de Toluca defendiendo la frontera contra los tarascos. Él también preparo grandes festejos para su coronación, y mandó llamar embajadores de los señoríos enemigos más importantes, en esta ocasión, el cazonci Zuangua sí envió embajadores tarascos con presentes a México-Tenochtitlan a la ceremonia. La derrota de los ejércitos de Moctezuma II en Michoacán de 1517Tenemos noticia que durante el reinado del huey tlatoani Moctezuma II, se realizaron varias campañas para intentar debilitar o conquistar a los tarascos. Se menciona por ejemplo que un capitán texcocano llamado Teuchchimaltzin, con autorización del tlatoani de Texcoco Nezahualpilli, consiguió capturar al señor de Zacatula llamado Yopicatl Atonal (Alva Ixtlilxóchitl, 1892 [1640], T. II, Cap. LXII, Pp. 279-281.). Con esto los mexicas lograron controlar una región muy rica e importante que había estado bajo dominio de los tarascos, y que ambicionaron reincorporar al Tzintzuntzan Irechequa. Pero por la lejanía y los frentes en los que los mexicas tenían que luchar, la conquista no duró mucho; cuando los españoles llegaron a Mesoamérica, Zacatula era un señorío independiente del dominio tarasco y mexica. Pero la campaña más importante fue la registrada por Diego Muñoz Camargo, que ocurrió hacía 1517, cuando Moctezuma II emprendió un ataque contra el Tzintzuntzan Irechequa, cuyo objetivo era conquistar a los tarascos y obtener plata y cobre, al mando de una parte del ejército se encontraba el famoso tlaxcalteca Tlahuicole, atacando las poblaciones de Taximaroa, Maravatío, Acámbaro, Ucareo y Tzinapécuaro. El siguiente párrafo es la referencia más completa sobre esta campaña:
Esta cita es de las pocas que mencionan que los tarascos hayan sentido “terrible espanto” de un una embestida mexica, ya que generalmente son mencionados como valientes, bravos, y que hacen ardides. Según el cronista franciscano Alonso de la Rea, escribió en 1643 que como testimonio de la cantidad de gente que murió en esta campaña de Moctezuma II que:
Esta derrota de los ejércitos de Moctezuma II, inclinó la balanza a favor de los tarascos al final de la época prehispánica, pues se menciona que lograron colocar una guarnición a una distancia de 7 o 9 leguas de Ixtlahuaca, lo que indica que los tarascos ya estaban arrebatando terreno a los mexicas en el valle de Toluca, e intensificaron el asedio a la fortaleza mexica de Oztuma, en Tierra Caliente. Carlos Herrejón Peredo, después de analizar las fuentes sobre esta batalla menciona que:
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Las últimas campañas de Zuangua contra los mexicas (1517-1521)Si las fuentes sobre la última gran ofensiva mexica contra los tarascos son escasas, menos son los datos que pueden encontrarse sobre la ventaja adquirida por los tarascos al desenlace de esta, pero como comenta Herrejón Peredo, los tarascos tomaron la iniciativa y lograron avances importantes en territorio enemigo, pero ya tardíamente, justo antes o durante la presencia española en Mesoamérica. En la Información de los méritos y servicios de don Antonio Huitziméngari, 1553-1554, quedaron varios testimonios que mencionan la ventaja tarasca sobre los mexicas; en 1553 Diego Hernández Nieto, vecino de la ciudad de México que estuvo mucho tiempo en Michoacán, declaró que:
Una de las preguntas del mismo documento pedía contestar sí los testigos sabían que “el dicho Cazonci fue Rey y señor legítimo de toda la tierra e provincia tarasca hasta delante de Culiacán [en Guanajuato], que son más de trescientas leguas de señorío y por la parte de México, fue señor hasta cerca de Toluca donde tenía su guarnición contra Moctezuma y los señores de México, con quien tenía continua guerra.” (Aguilar y Afanador, 2018, P. 116) Juan de Villagómez, vecino de la ciudad de México, contesto que “el dicho Cazonci fue señor he rey de toda la provincia de Michoacán he que tenia gente de guarnición contra Moctezuma la parte de Toluca he en otras partes…”. (Ibíd., f. 21v.) El doctor Frías de Albornoz, abogado de la Real Audiencia de México, declaró que sobre Tangáxoan Tzintzincha que:
La mayoría de los testigos mencionaron que el cazonci tenía una guarnición cerca de Toluca. Esta guarnición estuvo cerca de Ixtlahuaca (debido a las distancias mencionadas, entre 7 u 9 leguas) por un espacio muy breve de tiempo. Recuérdese que Boturini cuando mencionó que los límites territoriales del Tzintzuntzan Irechequa, dijo que “fuè en su Gentilidad este Reyno [de Michuacan] muy poderoso. Partìa sus confines con los de Mexico en Ixtlahuàcan, distrito de Tolùca…” (Boturini, 2007 [1746], P. 154). También para finales de la época prehispánica, los tarascos mantenían un férreo sitio a la fortaleza de Oztuma (estuvo bajo sitio durante varios años de forma intermitentemente); la Relación Geográfica de la región mencionó que “y dicen que, cuando se sonó q[ue] había españoles en la tierra, tenían ganado los de Mechoacan todas las fuerzas, fuera [de] la principal, q[ue] los tenían allí retraídos. Y esto fue, como sup[ier]on que MOTEZUMA estaba preso,” es decir en 1520, pero líneas atrás, Lucas Pinto, autor de dicha Relación Geográfica proporcionó un dato muy importante, y es que “des[de e]ste fuerte, hacían la guerra a los de Mechoacan y, muchas veces, los cercaban y les ganaban algunas trinche[r]as y fosos, y vez hubo q[ue] tuvieron ganado hasta el fuerte principal, y tomadas más de cinco cercas y cavas.” Este pasaje se ha interpretado como que los tarascos lograron conquistar la fortaleza de Oztuma, que “era la más principal fuerza q[ue] los mexicanos tenían en todas las fronteras de Mechuacan” (Acuña, 1986, T. I, núm. 6, Pp. 291 y 286. Mayúsculas, corchetes y cursivas originales); para el caso tarasco, la principal fortaleza tarasca en la frontera era Taximaroa, que contaba con una muralla de troncos de madera. El fin de las guerras tarasco-mexicasEn 1519 un ejército expedicionario español al mando de Hernán Cortés desembarcó en las costas de Veracruz, quien marchó a México-Tenochtitlan y capturó a Moctezuma II; para este tiempo los tarascos capturaron la fortaleza de Oztuma, con lo que tuvieron las puertas abiertas para conquistar la Tierra Caliente del actual Estado de Guerrero. Los mexicas enviaron varias embajadas a Tzintzuntzan para pedir ayuda a los tarascos contra los españoles, pero los tarascos desconfiaron, debido a la enemistad histórica; aunque sí enviaron embajadas y espías para saber quiénes eran los extraños recién llegados. Los mensajeros que visitaron a los tarascos contagiaron de viruelas a los nobles tarascos, y en 1520 murió el cazonci Zuangua, subiendo al trono su hijo Tzintzincha Tangáxoan que sería el último cazonci, muriendo años después el 14 de febrero de 1530, mismo mes que el aniversario de la muerte de Cuauhtémoc. El 13 de agosto de ese mismo año y después de un prolongado sitio, México-Tenochtitlan es tomada por las tropas de Hernán Cortés. Un año más tarde, el 25 de julio de 1522, el Tzintzuntzan Irechequa es conquistado “pacíficamente” por la expedición española al mando de unos de los capitanes de Hernán Cortés, Cristóbal de Olid. La conquista por parte de los españoles de las dos potencias mesoamericanas del Posclásico Tardío, con capitales en Tzintzuntzan y México-Tenochtitlan, indicaría el fin de las guerras tarasco-mexicas, dando paso a un nuevo período en la milenaria historia indígena. Fuentes:
s/f. Crónica mexicana [Manuscrito núm. 117 de la H. P. Kraus Collection]. Edición de Gonzalo Díaz Migoyo y Germán Vázquez Chamorro. México, App Editorial, (Cronistas de América, núm. 13).
1562. Bibliothèque nationale de France, Département des Manuscrits, Mexicain 385.
2003. Códice de Huichapan. Paleografía y edición de Lawrence Ecker. 1ª reimpresión, México, Universidad Nacional Autónoma de México- Instituto de Investigaciones Antropológicas.
1892. Publicado por Alfredo Chavero. México, Imprenta Litográfica del Timbre, 1892.
Found by: C. Camposy Escalante (campce@gmail.com)
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When Islam
Came: Remembering the rape of an ancient
Christian city This last May 29 was the 567th-year anniversary of the Islamic conquest of Constantinople, one of ancient Christianity’s greatest capitals that for the previous seven centuries had, as Europe’s easternmost bulwark, withstood Islam. Lesser known is what immediately followed this Muslim seizure of “New Rome”—which Turkey is immensely proud of—as described below (note: all quotes are from contemporary sources, mostly eyewitnesses): Once inside the city on that fateful May 29, 1453, the “enraged Turkish soldiers . . . gave no quarter”:
Because thousands of citizens had fled to and were holed up in Hagia Sophia, the ancient basilica offered an excellent harvest of slaves—once its doors were axed down. “One Turk would look for the captive who seemed the wealthiest, a second would prefer a pretty face among the nuns. . . . Each rapacious Turk was eager to lead his captive to a safe place, and then return to secure a second and a third prize. . . . Then long chains of captives could be seen leaving the church and its shrines, being herded along like cattle or flocks of sheep.” The slavers sometimes fought each other to the death over “any well-formed girl,” even as many of the latter “preferred to cast themselves into the wells and drown rather than fall into the hands of the Turks.” Having taken possession of one of Christendom’s greatest and oldest basilicas—nearly a thousand years old at the time of its capture—the invaders “engaged in every kind of vileness within it, making of it a public brothel.” On “its holy altars” they enacted “perversions with our women, virgins, and children,” including “the Grand Duke’s daughter who was quite beautiful.” She was forced to “lie on the great altar of Hagia Sophia with a crucifix under her head and then raped.” Next “they paraded the [Hagia Sophia’s main] Crucifix in mocking procession through their camp, beating drums before it, crucifying the Christ again with spitting and blasphemies and curses. They placed a Turkish cap . . . upon His head, and jeeringly cried, ‘Behold the god of the Christians!’” Many other churches in the ancient city suffered the same fate. “The crosses which had been placed on the roofs or the walls of churches were torn down and trampled.” The Eucharist was hurled to the ground; holy icons were stripped of gold, “thrown to the ground and kicked.” Bibles were stripped of their gold or silver illuminations before being burned. “Icons were without exception given to the flames.” Patriarchal vestments were placed on the haunches of dogs; priestly garments were placed on horses. “Everywhere there was misfortune, everyone was touched by pain” when Sultan Muhammad II (“Mehmet”) finally made his grand entry into the city. “There were lamentations and weeping in every house, screaming in the crossroads, and sorrow in all churches; the groaning of grown men and the shrieking of women accompanied looting, enslavement, separation, and rape.” The sultan rode to Hagia Sophia, dismounted, and went in, “marveling at the sight” of the grand basilica. After having it cleansed of its crosses, statues, and icons—the sultan himself knocked over and trampled on its altar—Muhammad ordered a muezzin to ascend the pulpit and sound “their detestable prayers. Then this son of iniquity, this forerunner of Antichrist, mounted upon the Holy Table to utter forth his own prayers,” thereby “turning the Great Church into a heathen shrine for his god and his Mahomet.” To cap off his triumph, Muhammad had the “wretched citizens of Constantinople” dragged before his men during evening festivities and “ordered many of them to be hacked to pieces, for the sake of entertainment.” The rest of the city’s population—as many as forty-five thousand—were hauled off in chains to be sold as slaves. It is this “heritage” that millions of Turks—beginning with their president, Erdoğan—are eager to honor through their incessant calls to transform the Hagia Sophia, which has been a museum since 1945, into a mosque again. Salih Turhan, head of the Anatolian Youth Association, puts it well: “As the grandchildren of Muhammad the Conqueror, seeking the re-opening Hagia Sophia as a mosque is our legitimate right.” Openly idolizing Muhammad II and trying to do what he did—transform Hagia Sophia into a mosque to honor the “souls of all who left us this work as inheritance, especially Istanbul’s conqueror [Muhammad],” as Erdoğan himself proclaims—is tantamount to Turkey saying, “We are proud of [and seek to emulate?] our ancestors who slaughtered, enslaved, and raped people and stole their lands simply because they were Christian infidels.” Not, of course, that anyone notices or cares, being so overwhelmed by and paralyzed from putting down rioting criminals who—not unlike the “enraged” Muslims’ initial entry into Constantinople described above—are “intent on pillage and roamed through the town stealing.” Note: The above account was
adapted from the author's book,
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Libro PDF - La Conquista de Tenerife - Antonio R de Armas |
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EL Galeón fantasma español en México
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El aterrador misterio del galeón fantasma español que arribó a México sin tripulación y a la deriva |
Elcano salió ileso de aquella circunnavegación
a la tierra, la primera en la historia, pero pereció pocos años después
buscando precisamente el anhelado «tornaviaje». No fue hasta 1565
cuando Miguel
López de Legazpi y Andrés de Urdaneta hallaron una
travesía viable a través de la corriente de Kuro-Shiwo. Con cinco naves y unos 350 hombres, el intrépido Legazpi
atravesó el Pacífico en 93 días y pasó de largo por el archipiélago
de las Marianas. El 22 de enero desembarcaron en la isla de Guam,
conocida como la Isla de los Ladrones, y desde allí saltaron a la
conquista de Filipinas. En nombre de la
Corona Española, el navegante vasco tomó posesión de
varias de las islas y fundó la ciudad de Cebú (1565), la primera
piedra para la colonización de las Filipinas.
En 1 de junio de ese mismo año Andrés de
Urdaneta navegó en dirección a América, hasta la isla de Santa Rosa, en la costa de California, y desde donde viajó al puerto
de Acapulco en octubre de 1565. A partir de entonces, la Corona española
puso en marcha la ruta llamada del
Galeón de Manila. Una travesía que cada año salía desde
Acapulco hasta tierras filipinas, trasladando plata para pagar las
mercancías que los comerciantes españoles, fueran o no funcionarios,
enviaban a Nueva España en el Galeón de Manila, y desde Manila traía
de vuelta seda y porcelana de China, marfil de Camboya, algodón de la
India, piedras preciosas de Birmania y especias como canela, pimienta y
clavo. Manila se transformó así en una población urbana, ideada como
una base para expandir el comercio por el resto de la zona. Los galeones empleados eran grandes
embarcaciones, financiados por la Corona y construidos con madera de
teca. Tenían mucho arrufo, es decir, una cubierta arqueada y un centro
más bajo que la proa y la popa, con castillos prominentes para dar
espacio en las bodegas a las mercancías asiáticas. Desde Filipinas salían
al Pacífico por el Estrecho de San Bernadino, atravesaban zona de
ciclones en el mar de China, y navegaban luego unas 1.500 millas hacia el Norte-Nordeste. La ruta «más
larga y terrible del mundo» El viaje de ida resultaba plácido, pero el
de vuelta era, a decir de los navegantes veteranos, «la más larga y
terrible de las que se hacen en el mundo». En los 230 años de
trayectoria, se perdieron hasta 30 galeones, miles de vidas y riquezas
millonarias, dándose el caso de barcos que llegaban
exhaustos a Acapulco. Los vientos, las corrientes, las
tempestades, los corsarios (incluídos japoneses y chinos), los motines,
la falta de alimentos y las enfermedades como el escorbuto –que
hinchaban hasta sangrar las encías de los marineros– convertían esta
ruta en la más larga sin escalas del mundo. Se podía tardar hasta
siete u ocho meses. «Hubo un marinero que dijo que más valía
morir una que muchas veces, que cerrasen los ojos y dejasen la nao ir al
fondo del mar. Que ni Dios ni el rey obligaban a lo imposible», anotó
en su diario el explorador Pedro
Fernández de Quirós sobre los peligros de estas aguas.
«Cerca de las Marianas había un lugar
conocido como el ‘cementerio
de doña María’, porque una noble se suicidó allí al no
poder soportar tantas penalidades. También existe el testimonio del
capellán de un buque que ofició 92 funerales en 15 días», contó Pablo Emilio Pérez-Mallaína, catedrático de la Universidad de Sevilla, en el
Congreso Internacional de Historia Primus Circumdedisti Me,
recopilando algunas de las historias más trágicas que quedaron
tatuadas allí en el imaginario de los marineros. Los ataques enemigos eran una amenaza, hasta
en cuatro ocasiones (1587, 1709, 1743 y 1762) fueron alcanzadas estas
embarcaciones por los ingleses, sin embargo, muchos más galeones se
perdieron a causa de las tormentas o simplemente desaparecieron. En
1603, la San Antonio fue engullido en el Pacífico sin que nunca se
supiera qué le ocurrió o dónde. Y, entre los casos más aterradores,
se cita por muchos autores la historia de un galeón que fue hallado en
las costas de Tehuantepec, con todos sus tripulantes muertos y a la
deriva. Cuestión más difícil es determinar de qué barco se trató. Según Pérez-Mallaína, autor del libro «Naufragios en la Carrera de Indias durante
los siglos XVI y XVII», aquel galeón
sería el San José, que llegó en 1657 a México «convertido en un
barco fantasma, sin nadie vivo a bordo. Probablemente todos murieron de
peste». Sin precisar el nombre de la embarcación, Henry
Kamen también afirma en su libro «El rey loco y otros misterios de la España
imperial» (La Esfera de los libros) que «en 1657
un barco llegó a Acapulco después de navegar a la deriva durante más
de doce meses: todos a bordo estaban muertos». Más confusión
que respuestas Los autores que se refieren a esta terrible
arribada del San José, con sus 150 tripulantes fallecidos, no son
capaces de explicar, más allá de que se extendiera una epidemia, qué
pudo ocurrir. No obstante, hay una cuestión que añade más confusión
a este suceso. Junto al San José, salió de Filipinas en el verano de
1656 otro galeón rumbo a Nueva España, el Nuestra Señora de la Victoria, un barco reformado al
mando de Francisco
García del Fresno. Dos barcos, un mismo año, ¿y dos destinos
igualmente crueles? Según consta en la documentación que se
conserva, la capitana San José zarpó de la bahía de Manila sobre el
30 de julio y llegó a Acapulco el 15 de marzo de 1657. El otro galeón
de aquel año, Nuestra Señora de la Victoria, zarpó de Cavite el 17 de
julio y llegó en marzo a las costas americanas, aunque no exactamente a
su destino. Las autoridades de la Real Audiencia de Guatemala fueron
informadas el 4 de abril de 1657 de que Nuestra Señora de la Victoria
se encontraba a la deriva en las costas de esa región, con el piloto
muerto y sin gente marinera para seguir el trayecto a Acapulco, como
explicó en detalle Guadalupe Pinzón Ríos,
profesora del Instituto de Investigaciones Históricas, en su
conferencia titulada «El arribo forzoso de la nao Nuestra Señora de la
Victoria y las faenas portuarias que generó», dentro del Simposio
Internacional Naufragios celebrado el año pasado. El almirante Francisco García del
Fresno seguía con vida y logró dirigir con éxito el galeón hasta el
puerto final Unos marineros del galeón se echaron a
tierra y pidieron ayuda, lo cual puso en marcha una compleja operación
de rescate, que implicó a más de cien personas, con el objeto de que
no se perdiera la valiosa mercancía. 80 tripulantes habían muerto y el
estado del barco era calamitoso, pero se logró dar con grupo de
personas con experiencia naval para suplir las bajas y trasladar el
barco al pueblo de Nuestra Señora de las Nieves. Tras esta parada, el
almirante Francisco García del Fresno, que seguía con vida, logró dirigir con éxito el galeón
hasta al puerto de Acapulco. Dado lo tardío de las fechas de ese año,
ya no hubo tiempo para que ni el San José ni Nuestra Señora de la Victoria regresaran a Filipinas, si bien consta que los dos lo
hicieron en 1658. A la vista de todos estos datos
contradictorios, es posible que el nombre de ambos galeones y sus
historias se hayan traspapelado, y que el tiempo haya exagerado el
suceso, de modo que lo que fue una arribada forzosa por falta de gente
apta para gobernar el barco se transformó, a base de tiempo y de
literatura, en una aterradora historia en la que no vivieron ni testigos
para contarla.
La era de los
descubrimientos «El
tornaviaje y la exploración del Pacífico» (firmado
por la doctora en Historia Guadalupe Pinzón Ríos) es, precisamente,
uno de los artículos incluidos por el número especial que saca el 27
de febrero la revista Desperta
Ferro dedicado a «La
Armada española (II): la era de los descubrimientos». El reportaje explica que, tras las expediciones de Magallanes-Elcano (1519-1522) y Loaisa-Elcano (1525-1527),
que salieron de la península ibérica rumbo a las islas de la Especiería,
se hizo evidente que era muy difícil llevar a cabo contactos marítimos
con Asia cruzando dos océanos. Esto se debía a que los tiempos de
navegación eran excesivamente prolongados y eso resultaba en la
descomposición de los alimentos y en la mortandad de las tripulaciones,
peligros a los que, además, se sumaban los problemas que la propia
travesía representaba. Desde las costas novohispanas se llevaron a cabo
diversas travesías y logró establecerse la ruta transpacífica, que
permitió llevar a cabo nuevos registros navales y cartográficos que
enriquecieron el conocimiento sobre dicho océano. Found
by: C. Campos y Escalante (campce@gmail.com) |
https://www.abc.es/historia/abci-aterrador-misterio-galeon-fantasma-espanol-arribo-mexico-sin-tripulacion-y-deriva-201902270205 _noticia.html?fbclid=IwAR29RoFIFX2E68WwgGs5KjwnILBP79KuPZggUsDxX-EC1cMnvwr0229-FYA |
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1500s |
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El Correo Mayor De Indias |
El Correo Mayor De Indias
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El correo
marítimo entre la Península y
las Indias en
los primeros años de la conquista
y colonización de América supuso
un quebradero de cabeza para la monarquía castellana. Las noticias
llegaban con las expediciones que repentinamente aparecían frente a las
costas de las primeras ciudades construidas por los conquistadores españoles.
Podían pasar meses para que llegase otro barco o expedición para tener
noticias frescas de Castilla o
de cualquier tema. Igualmente
el correo marítimo no solo era un medio de comunicación sino también
de gobierno y control de la corona castellana en Indias. Dicho correo en
dirección a las Indias estaba más regulado y funcionaba mejor pero en
dirección inversa era caótico ya que su recogida y luego distribución
dependía de la voluntad y ganas de servir del barco que viajaba a Sevilla.
Bajo esta condición numerosos envíos se perdían o no eran
correctamente entregados afectando muy seriamente a los asuntos y
negocios en que se estaban involucrados. Así se detalla en la Real Cédula
de 14 de mayo de 1514: “[…]
pero por lo que viene de las dichas Indias y tierra firme, como se
encomienda a personas que no tienen cargo ni cuidado dello, ni son
obligados a dar cuenta ni razón alguna, ha auido y ay muy malos
recaudos en las cosas y despachos que de las dichas Indias y tierra
firme vienen a muchas personas a quien toca, han recibido y reciben
mucho daño, y como es tan grande las distancias de alla aca no se puede
después remediar, porque passa mucho tiempo, y antes que se sepa es
perdido el negocio […]” El
Rey Fernando crea el Correo Mayor de Indias
El
rey regente Fernando
el Católico decidió zanjar este engorroso
asunto y para solucionarlo y tratar de mejorar el correo creó mediante
la ya citada Real Cédula el cargo de Correo
Mayor de Indias. Y nombró
en dicho cargo de forma perpetua al doctor Lorenzo
de Galíndez de Carvajal y
sus sucesores. A partir de este momento todo el correo entre la Península
e Indias sería regulado por este señor tratando de controlarlo y velar
por su eficacia. Liberalización
del servicio
Para
mejorar el servicio de correo, aparte de la creación del Correo Mayor,
también se aprobaron legislaciones incluidas dentro del Reglamento
General de Indias que
trataban de adaptar su funcionamiento a las circunstancias del momento.
El monopolio de este servicio en manos de una sola persona trajo
problemas de corrupción y malos usos, al igual que ocurría cuando
dicho correo se centralizaba en algún cargo político como podía ser
un virrey, un gobernador o un corregidor, por ello Carlos I en
1541 liberaliza el correo por completo: “Que
los que llevaren de estos reynos cartas o despachos dirigidos a
residentes en las Indias, los den o remitan libremente a quien los
hubiese de recibir, y no tengan obligación a manifestarlos ante ningún
gobernador, ni Justicia…” Aún
así, a pesar de las regulaciones, desregulaciones, control y legislación
no había mucha confianza en este servicio y se acostumbraba a, sobre
todo para asuntos importantes, enviar 2, 3 y 4 copias de la misma carta
y por distintas rutas. Su transporte era realizado por los llamados buques
de aviso, pequeños y
ligeros, y que normalmente no tenían permiso para llevar ni pasajeros
ni carga para no obstaculizar ni retrasar los envíos. Durante
el siglo XVII anualmente se despachaban 8 avisos, es decir, se mandaban
buques de aviso en 8 fechas, 4 hacia Tierra
Firme y otros 4 a Veracruz
en Nueva España. Desde
Sevilla iban directamente a Cartagena
de Indias, donde
despachaban el correo enviado a Sudamérica desde España
y recogían el de Sudamérica hacia Nueva España y la Península. De
Cartagena se dirigían a La
Habana desde donde
partían de regreso a Sevilla. Los buques enviados a Veracruz
despachaban hacia esa zona del continente y recogían el correo en
sentido inverso. Creación
de la Real Ordenanza del Correo Marítimo en 1777
Durante
estos primeros siglos XVI y XVII no se tocó mucho más el servicio de
correos y tuvo un funcionamiento óptimo, a pesar de la lentitud lógica
de la época, y no fue hasta el siglo XVIII en que Carlos III creó
la Real
Ordenanza del Correo Marítimo el
26 de enero 1777, un verdadero cuerpo de ley que reunió las distintas
leyes, ordenanzas y normativas creadas a lo largo del tiempo. En
esta ordenanza se regulaba y organizaba todo el funcionamiento del
correo marítimo así como de los buques que lo transportaban, el
nombramiento de cargos y cualquier aspecto del mismo. Los buques de
aviso ahora partirían desde el puerto
de La Coruña (Galicia) con
destino a La Habana y Nueva España y cada dos meses los días 15 partían
en dirección Buenos
Aires y Lima. Found
by: C. Campos y Escalante (campce@gmail.com)
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Tras desembarcar en Tampa |
En 1513, Juan Ponce de León alcanzó las costas de la Florida, bautizándola así por hallarlas el día de la Pascua Florida. En 1521 organizó una expedición más ambiciosa en la que perdió la vida. Las navegaciones de Álvarez de Pineda (1521), Esteban Gómez (1524-1525) y Vázquez de Ayllón (1526) proporcionaron los contornos bien definidos de la costa sur norteamericana, al tiempo que se difundían historias sobre las fabulosas riquezas que poseerían los indios de esas regiones. En 1528, Pánfilo de Narváez encabezó una expedición de colonización a Florida que terminó con la muerte de casi todos sus miembros, unos 250 hombres. Dos supervivientes de esta empresa, el franciscano Marcos Niza y Vaca de Castro, expandieron entre autoridades y aventureros la idea de que en la Florida había un nuevo El Dorado. De
vuelta a España, fascinado por las historias que se contaban de la
Florida, |
Desembarco de Soto en la bahía de
Espíritu Santo (Tampa), en 1539. |
Uno de estos exploradores fue Hernando de Soto. Este extremeño había amasado una gran fortuna desde 1514 en Centroamérica y en la conquista del reino inca del Perú junto a Francisco Pizarro en 1532. De vuelta a España, fascinado por las historias que se contaban de la Florida, logró de Carlos V una licencia para explorar esas tierras. Ansioso por superar las conquistas de Cortés y de Pizarro, Soto se ofreció a costear una expedición al interior de la Florida a cambio de que la Corona obtuviese el 50 por ciento de los beneficios y a él se le nombrara adelantado de las tierras por descubrir y gobernador de Cuba. El acuerdo fue sellado el 20 de abril de 1538. Un año después partía desde Cuba al frente de una flota de nueve navíos, con 650 hombres y 237 caballos a bordo. La expedición desembarcó en Florida, en la bahía de Tampa o Espíritu Santo. Dejando los barcos anclados y un retén de soldados para cubrir la retaguardia y poder mantener la comunicación con Cuba, Soto se adentró en una región insalubre, plagada de pantanos, con un calor húmedo insoportable y habitada por nativos hostiles que tenían muy mal recuerdo del paso de la hueste de Narváez. |
para saber más |
Expediciones españolas en la mar del Sur: La Conquista del Pacífico |
DESEMBARCO EN FLORIDALos hombres de Soto se llevaron una sorpresa cuando de repente apareció un hombre tatuado y vestido con falda de hierba y taparrabos que se dirigió a ellos en español. Se trataba del sevillano Juan Ortiz, un miembro de la expedición de Narváez que había sido capturado por los indios doce años atrás y que ahora se puso al servicio de Soto como guía e intérprete. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/expediciones-espanolas-mar-sur-conquista-pacifico_8745 |
Colgante de un pueblo del Misisipi. Museo estatal, Tennessee. El conquistador extremeño había llegado a la Florida convencido de que encontraría tesoros como el que Pizarro obtuvo en Perú, pero Ortiz le dijo que no tenía noticias de que hubiera oro en la región. Pese a ello, Soto decidió continuar la marcha. Los expedicionarios alcanzaron en unos meses los montes Apalaches. Soto envió un puñado de hombres de vuelta a Cuba para dar noticias de la expedición y conseguir más hombres y provisiones, aunque los navíos de socorro enviados por la esposa de Soto jamás llegaron a contactar con los expedicionarios. Sin noticias ni provisiones ni rumbo conocido, en marzo de 1540 Hernando de Soto y sus hombres reanudaron la exploración alentados por las noticias que les dieron algunas tribus sobre la reina de Cofitachequi, un país que suponían rico en oro y perlas. Antes pasaron por otros territorios indios en los actuales territorios de Georgia y Carolina del Sur: los creek inferiores, el pueblo de Toa, los ichisis, los indios de Atamaha... Los caudillos indios les regalaban comida, los alojaban e incluso les ofrecían porteadores, pero los españoles no veían oro por ningún sitio. Cuando llegaron finalmente a Cofitachequi, la reina los recibió con grandes ceremonias y los llevó hasta un rico palacio. Pero los exploradores descubrieron pronto que todo el metal que tenían los indios procedía de unas pobres minas de cobre.
Para entonces, el frío y las epidemias habían provocado la muerte de la mayoría de los indios auxiliares, por lo que al pesado avance de los españoles se unía el tener que arrastrar los bastimentos. Sin destino claro atravesaron Carolina del Norte y Tennessee, y descendieron hacia la costa sur por Alabama. Al llegar a cada pueblo indio, Soto secuestraba al jefe y exigía la entrega de comida, porteadores y mujeres que les sirvieran.
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La
expedición de Soto fue un rotundo fracaso, pero recorrieron Florida,
Georgia, Alabama, Arkansas y Luisiana. Llegaron a los montes Apalaches
y cruzaron el río Misisipi, por el que salieron de nuevo al mar. Foto:
Alamy. En noviembre, los
supervivientes llegaron al territorio de los indios choctaw, al sur del
actual estado de Alabama. En Atahachi, Soto encontró al jefe Tascalusa,
a quien se llevó hasta la siguiente etapa de su avance, Mabila (quizá
la actual Mobile). Allí los españoles fueron recibidos
con bailes y regalos, pero uno de ellos descubrió que cientos de
guerreros estaban agazapados listos para atacarlos. Tras un
incidente en que un español le cortó el brazo a un indio, "comenzaron
todos a tirarnos flechas, unos por dentro de las casas y otros por fuera,
y nos fue forzado salir huyendo del Pueblo", escribió el
expedicionario Hernández de Biedma. Hernando de Soto
decidió sitiar el pueblo y asaltarlo a sangre y fuego. La
ciudad fue incendiada, y los choctaw, masacrados. El mismo Biedma
recordaba que los indios "pelearon como brabos leones; matámoslos
todos, unos con el fuego, otros con las espadas, otros con las lanzas".
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EXPEDICIÓN FANTASMA |
El adelantado decidió continuar hacia el norte arrastrando tras de sí a una hueste cada vez más desmoralizada, convencida ya de no encontrar nada salvo la muerte. El invierno les obligó a buscar refugio y descanso. En el poblado de Chizaca aguantaron el frío, el hambre y el acoso de los indios. Con la llegada de la primavera continuaron hacia el noroeste hasta encontrar, el 8 de mayo de 1541, un inmenso río que los nativos llamaban Meatt-Massipí (Misisipi) y que los españoles bautizaron como río Grande o del Espíritu Santo. Construyeron balsas para cruzar la enorme corriente de agua y siguieron hacia el sudoeste, con la esperanza de alcanzar la inexistente riqueza y el Pacífico como camino de regreso. El nuevo invierno les sorprendió en el poblado de Utiange, hoy Camden (Arkansas).
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Con la llegada de la primavera la expedición continuó hacia el noroeste hasta encontrar, el 8 de mayo de 1541, un inmenso río que los nativos llamaban Meatt-Massipí (Misisipi) y que los españoles bautizaron como río Grande o del Espíritu Santo. Cameron Davidson / Getty Images.
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A mediados de marzo de 1542, sólo seguían vivos la mitad de los hombres que partieron de Cuba. Convencido ya de su fracaso, Soto cambió de rumbo, enfiló hacia el sur y en abril alcanzó de nuevo el Misisipi. Intentando vadear el río, el extremeño se sintió afiebrado y moriría pocos días después.
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Hernando de Soto murió de fiebre tifoidea el 21 de mayo de 1542. Fue enterrado en una hoya de terreno cerca del río Misisipi, pero sus compañeros, temiendo que los indios pudieran profanar la tumba, lo desenterraron, lo introdujeron en el hueco de un tronco con lastre y lo arrojaron al río, como muestra este grabado de John Sartain. Foto: The Granger Collection / AGE Fotostock. |
Su lugarteniente Luis Moscoso quedó al mando de la expedición e intentó llegar a México por tierra. Ante la imposibilidad de cruzar el río Trinidad, los expedicionarios retrocedieron hasta el Misisipi, donde construyeron unas pequeñas naves para descender por la corriente y salir al mar. Allí, los vientos les empujaron hacia la costa y les impidieron navegar hasta Cuba. Tardaron cerca de 50 días en llegar a Pánuco (México), donde pudieron desembarcar. Los supervivientes, un tercio de los que partieron de Cuba, habían concluido una fabulosa gesta descubriendo un enorme territorio, pero a un elevado coste en vidas humanas. |
para saber más
El primero en navegar tan al surEn enero de 1526, Francisco de Hoces, al mando de la nao San Lesmes, cuando trataba de cruzar el estrecho de Magallanes, sufre un fuerte temporal que le obliga a navegar hasta los 55º de latitud sur, convirtiéndose en el primer europeo en atravesar un pasaje muy peligroso, en el extremo meridional del conteniente americano. (Algunos mantienen que fue el primero en vislumbrar el Cabo de Hornos pero este hecho es más discutible) Incertidumbre y temor en los rostros de los marineros que avistaban por primera vez aquellos parajes, en el fin del mundo. La San Lesmes era una de las 7 embarcaciones que formaba parte de la expedición marítima de García Jofre de Loaísa, cuya misión, encomendada por el emperador Carlos I de España, era la de tomar y colonizar las Islas Molucas (al sur de la actual Indonesia), ricas en especies, cuya soberanía era disputada, en aquellos momentos, con la corona de Portugal. Una aventura que se vio animada con el regreso de Juan Sebastián Elcano de su viaje y de la certeza de aquel paso del sur. La Expedición de LoaísaEl 24 de julio de 1525 la expedición parte de La Coruña con el destino fijado y con un futuro incierto. Tras alguna que otra escala, el encuentro con una embarcación portuguesa, encallamientos inoportunos, deserciones y la equivocación infantil de Elcano (que también se embarcó en esta expedición tras su vuelta al mundo) al confundir la desembocadura del río Gallegos con el Estrecho de Magallanes, las cuatro embarcaciones que quedaban se disponían a atravesar el paso que les conduciría al Océano Pacífico. Los ánimos estaban resquebrajados y el horizonte apenas se vislumbraba en aquella travesía Francisco de Hoces, uno de los capitanes en aquella aventura, no siendo consciente de su futuro descubrimiento y debido a la fuerte tormenta desatada, se separó de las demás naos y tomó rumbo sur, llevado por las fuertes corrientes. Una vez pasado el temporal, la San Lesmes navegó por mar abierto y su capitán, junto a sus hombres, fue el primer europeo en pasar el pasaje de Hoces, y rozar el cabo de Hornos, hoy así denominado gracias a la expedición holandesa, comandada por Schouten y Le Maire, en 1615, y que llamó a aquel cabo “Kaap Horn” en honor a los patrocinadores del viaje. Detalles injustos de la historia para con aquellos españoles. Ya en el Pacífico logró reunirse con las demás naves, para poner rumbo a las Molucas, pero otra feroz tormenta terminó por separar definitivamente la expedición. De la San Lesmes, y de Francisco de Hoces (que cayó enfermo), apenas se supo nada más. Con el rumbo perdido, el derrotero la llevó a latitudes imposibles donde sus marineros construyeron historias y sueños. Se cree que llegaron a costas de Nueva Zelanda, por restos que se han encontrado a posteriori o detalles en la fisonomía de ciertas tribus aborígenes. Valientes y osados aventureros que se embarcaron en cascarones de madera para atravesar el mundo y abrir rutas comerciales. Antes que DrakeFrancisco de Hoces se adelantó más de medio siglo al corsario inglés Francis Drake y es por ello este pequeño homenaje, como reconocimiento. De hecho, en parte de Hispanoamérica (incluso en España), a lo que se conoce en el mundo anglosajón como paso de Drake, se le llama Mar de Hoces, en honor a su descubridor. Sirvan estas letras de recuerdo sincero a todos aquellos marinos que llegaron a la citada latitud y navegaron aquellas aguas hace casi 500 años. Found by: C. Campos y Escalante (campce@gmail.com)
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M |
Universities
in the Imperio Español
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Spain
has an amazing history of establishing universities very early in their
global presence and colonization, a 500 year history.
The First One in the New World is in Santo Domingo, founded in 1538 in
the island of Española, present day Dominican Republic.
First in North America was the University of Mexico Real y Pontificia Universidad de México)
in Mexico City, founded in 1551 by Augustinian
missionaries. Carl Campos y Escanlate, who has been tireless in sending Somos
Primos information, is an alumni of the University of Mexico
City. campce@gmail.com
Do watch the videos and be proud of your Spanish antipasados and
ancestry:
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El Galeón de Manila: la globalización que trajeron las
Españas por Fran Hurtado, June 2020 |
El Galeón de Manila, también llamado Galeón de Acapulco y Nao de China, era el nombre con el que se conocían las naves que cruzaban el océano Pacífico una o dos veces por año entre Manila (Filipinas) y los puertos de Nueva España en América, principalmente Acapulco. Este galeón protagonizaba la travesía Filipinas-México (Nueva España) de una ruta comercial que se extendía desde Europa hasta América y a la región de Asia-Pacífico, convirtiéndose en la primera ruta de comercio mundial de la historia, además de la más larga de su época. La totalidad del trayecto desde España hasta Filipinas sumaba alrededor de 15 000 millas naúticas, conectando Sevilla con Veracruz en su tramo Atlántico, Veracruz y Acapulco a través de la Ciudad de México por tierra y finalmente Acapulco y Manila atravesando la totalidad del Pacífico. Aunque la línea del Pacífico duró hasta 1815, la ruta completa mundial operó desde 1566 hasta 1790. [Nine maps and other photos of the ships and some of their products.] |
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Fuentes Utilizadas El
Galeón de Manila. Cuadernos de la Armada Española. Mariano Juan
Ferragut. Capitán de Navío “Nacido
en cucharita de plata”. El origen del comercio mundial en 1571. Dennis
O. Flynn y Arturo Giráldez. University of Pacífico Los
chinos y el modelo colonial español en Filipinas. Antonio García-Abásolo Galeondemanila.org.
El galeón de Manila
Found by: C. Campos y Escalante (campce@gmail.com)
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2020
Nuevo libro sobre A
quinientos años atrás... No dejes de ver sus videos ocharlas en
YouTube Sent by C. Campos y Escalante campce@gmail.com La lectura cura la peor de las enfermedades humanas, "la ignorancia".
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July
2, 2020 The
Hispanic Heritage Project and the El Colegio de Michoacán are pleased
to announce that they have begun cataloging the following collection: “Procesos
del Santo Oficio de México, 1522-1820, Sección genealogía de los
procesados.” To
carry out the project, a team of catalogers is being organized by El
Colegio de Michoacán to develop a catalog of the collection. It is
supervised by Doctora Clementina Campos, director of the Office of
Diffusion Cultural and coordinated by Dr. Isabel Juárez, who will be
responsible for developing the project. This collection, housed at the
Archivo General de la Nación has been previously digitized by
FamilySearch and is located on its website, FamilySearch.org.
The catalog will greatly facilitate searching and accessing the
documents which will be available on the panes.info
website. Carlos
Yturralde El
Hispanic Heritage Project en coordinación con El Colegio de Michoacán
se complacen en dar a conocer la puesta en marcha del proyecto de
catalogación del acervo “Procesos del Santo Oficio de México,
1522-1820, sección genealogía de los procesados.” El
proyecto consiste en la conformación de un equipo de trabajo para
elaborar el catálogo del acervo “La genealogía de los procesados,
1522-1820.” El proyecto es encargado por Dra. Clementina Campos,
directora de la Oficina de Difusión Cultural y coordinado por Dra.
Isabel Juárez quien es responsable por su elaboración. El acervo se
encuentra en el Archivo General de la Nación y ha sido digitalizado por
FamilySearch.org
que está disponible en su sitio web. El esfuerzo que ha llevado a cabo
la citada asociación para digitalizar el acervo se aprovechará mejor
al contar con un catálogo que facilite la búsqueda y el acceso a los
documentos. El catálogo estará disponible en el sitio web, panes.info. Con
este proyecto se demuestra la importancia de llevar a cabo proyectos
colaborativos entre las instituciones académicas y las asociaciones sin
lucro.. Carlos Yturralde |
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El olvidado jesuita español fue clave en el intercambio cultural entre Oriente y Occidente en los albores del siglo XVII. Se movió durante años por la corte del emperador chino Wanli, fundador de la dinastía Ming, como pez en el agua. Enseñó a los eunucos de la Ciudad Prohibida a tocar el clave y a arreglar relojes. Ducho en cartografía, astronomía y matemáticas, impresionó a los letrados imperiales. El propio soberano le consultaba con frecuencia -a través de sus sirvientes; él no se dejaba ver- detalles de la vida en Occidente. El jesuita español Diego de Pantoja (1571-1618), como su compañero y mentor, Matteo Ricci, fue en los albores del siglo XVII toda una celebridad en Pekín. Y una figura clave en el entendimiento entre Europa y Asia, aunque caída casi completamente en el olvido. | |
Pantoja
fue “un paradigma del intercambio entre
Oriente y Occidente”, afirmaba el historiador
chino Zhang Kai, la mayor autoridad mundial
sobre este pionero, durante un reciente simposio
en Pekín para conmemorar los 400 años de la
muerte de este jesuita. Un hombre cuya mayor
aportación, aseguraba Zhang, fue su “política
de adaptación, un diálogo equitativo entre dos
civilizaciones” y sin el cual la memoria de
las relaciones entre España y China no puede
estar completa. En
sus escritos en castellano, Pantoja difundió
por primera vez en la España de los Austrias
detalles de primera mano sobre las costumbres
diarias en la Ciudad Prohibida. En sus libros en
mandarín, como el “Tratado de las Siete
Virtudes y los Siete Pecados”, acomodó las
nociones católicas a la filosofía confuciana:
estaba convencido de que la adaptación a la
cultura local era la mejor manera de lograr
conversiones, su gran objetivo. Algunas de las
expresiones que creó han pasado al lenguaje
popular chino. Nacido en Valdemoro, y jesuita desde los 18 años, su destino como misionero debía ser Japón, pero los problemas de la Compañía de Jesús en ese país le obligaron a cambiar de planes. Su talento musical -aprendió a tocar el clave en cuestión solo de meses, ya en Asia-, entre otras cosas, hizo que se le designara como compañero del veterano Ricci en su intento de contactar con el emperador: uno de los regalos principales que llevaban para agradar a Wanli era ese instrumento. La
estrategia dio resultado: el clave y, sobre todo,
los relojes que llevaban, despertaron la
curiosidad del soberano, que les autorizó a
permanecer en Pekín e incluso les asignó un
estipendio mensual. Pantoja quedó al cargo de
enseñar a los eunucos cómo tocar aquel
instrumento desconocido. Como maestro musical y
relojero, tenía el paso abierto en la Ciudad
Prohibida. Un acceso privilegiado que duraría
dos décadas. Los dos religiosos trataron de asimilarse lo más posible. Aprendieron también los usos y costumbres, las creencias y los valores de aquella sociedad. Aunque los ropajes de letrado y las barbas al estilo mandarín no lograban que Pantoja pasara desapercibido: sus ojos azules le convertían en constante objeto de atención. En
1602 plasmó su amplio conocimiento de la vida
de palacio en una amplia carta en 1602 al
arzobispo de Toledo, Luis de Guzmán. Una epístola
que se convirtió en el texto de referencia de
la época sobre el país asiático. Se tradujo
al francés, al alemán, al inglés y al latín. Aquella
etapa dorada terminó con la muerte de Ricci en
1610. Su sucesor, Nicolás de Longobardi, no creía
en la necesidad de acomodar ni la Compañía ni
el catolicismo, a la cultura china. En 1617,
Wanli ordenó la expulsión de los misioneros. Refugiado en Macao y enfermo, Pantoja esperó hasta el momento de su muerte una palabra del emperador que le permitiera regresar. Un mensaje que no llegó nunca. Found by: C. Campos y Escalante (campce@gmail.com) Fuentes:
https://elpais.com/cultura/2018/09/13/actualidad/1536832121_739310.html https://es.wikipedia.org/wiki/Diego_de_Pantoja
Sent
by Carl Campis y Escalante
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1600s |
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Timeline of United States history - XVI century to
present
+ video explanation of the chart |
The video is an excellent presentation even if it falls short and
shows the typically biased Black Legend assumptions and omissions of
Anglo historians minimizing the role of the Spanish explorers in this
region. It neglects to mention that all the Eastern Seaboard had
already been explored and claimed by Spain by previous explorers like
Gómez, Menéndez de Avilés, etc. one hundred years before. It only
mentions one settlement at San Agustín, Florida.
The video also fails or neglects to recognize the Spanish achievements
on the West Coast and does not mention the Spanish explorations of the
Pacific NW by Córdoba, Valdéz and others all the way to Alaska which
he ignores or does not know about the Treaty of Tordesillas !!
~Carl
The United States is one of the youngest countries in the world
established in the XVII
century, more than one hundred years after the Columbus discovery of
a New World in the XV century, by the West Indies
Companies from England, the Plymouth Company https://en.wikipedia.org/wiki/Plymouth_Company and
the Virginia Company https://en.wikipedia.org/wiki/Virginia_Company#Plymouth_Company.
A consortium organized to plunder the Spanish Empire, England's
main commercial and political rival in Europe
in a consortium with the Dutch.
Their charter was organized without permission nor consultation with Spain who possessed the legal dominion over all said territories according to the International Law of the time !
This I have not seen mentioned in US history books
and it is not mentioned in the video regretably.
Please
note:
The present territory of the United States was part of a new continent discovered by Spain in the XV century, assigned to Spain and Portugal to explore and colonize by international law treaties.
Other
European powers decided not to be left out of the
opportunity to gain new territory in the New World, they
invaded, albeit illegally, i.e. without permission from
Spain or Portugal. Mainly England, France and the
Netherlands.
This
map shows the timeline of the growth of the New
England colonies and the later United States after its
independence in 1776. It is plainly clear that the US grew
at the expense of acquiring territories that belong
to Spain and to Mexico after its independence from Spain
by whatever means necessary. The rest is a history of
expansionism at the expense of the neighbors. It is ironic
that the US is building a wall to prevent "illegal
immigration".
Color codes: |
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Note: The Native "Americans" are discussed in a separate
chart
(Native American Nations)
Chart may be purchased at: https://usefulcharts.com/products/timeline-of-us-history
La lectura cura la peor de las enfermedades humanas, "la
ignorancia".
Reading cures the worst of human diseases "Ignorance"
Carl Campo y Escalante
campce@gmail.com |
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1700s |
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La
olvidada batalla en que España defendió Misuri |
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Pocos a este lado del Atlántico, y tampoco muchos estadounidenses, saben que la ciudad de San Luis, en el actual estado de Misuri, fue un día española. Y menos aún que en plena Guerra de la Independencia americana (1775-1783), España protagonizó allí una hazaña hoy apenas recordada que contribuyó al nacimiento de los Estados Unidos. El 26 de mayo de 1780, Fernando de Leyba lideró la heroica defensa de aquella estratégica plaza a orillas del Misisipi frente al brutal ataque organizado por Gran Bretaña y ejecutado por una horda de cientos de fieros guerreros nativos comprados a base de regalos. La esforzada victoria española fue clave para mantener el suministro de armas, municiones y otros bienes a los rebeldes a través del gran río y para que los sublevados reafirmaran su control sobre el patio trasero de las colonias. Pocos a este lado del Atlántico, y tampoco muchos estadounidenses, saben
que la ciudad de San
Luis, en el actual estado de Misuri, fue un día española. Y menos aún que en
plena Guerra de la Independencia
americana (1775-1783), España protagonizó allí
una hazaña hoy apenas recordada que contribuyó al nacimiento de los
Estados Unidos. El 26 de mayo de
1780, Fernando
de Leyba lideró la heroica defensa de aquella
estratégica plaza a orillas del Misisipi frente
al brutal ataque organizado por Gran Bretaña y ejecutado por una
horda de cientos de fieros guerreros nativos comprados a base de regalos. La esforzada victoria española fue clave para mantener el suministro de
armas, municiones y otros bienes a los rebeldes a través del gran río
y para que los sublevados reafirmaran su control sobre el patio trasero
de las colonias. Pocos a este lado del Atlántico, y tampoco muchos estadounidenses, saben que la ciudad de San Luis, en el actual estado de Misuri, fue un día española. Y menos aún que en plena Guerra de la Independencia americana (1775-1783), España protagonizó allí una hazaña hoy apenas recordada que contribuyó al nacimiento de los Estados Unidos. El 26 de mayo de 1780, Fernando de Leyba lideró la heroica defensa de aquella estratégica plaza a orillas del Misisipi frente al brutal ataque organizado por Gran Bretaña y ejecutado por una horda de cientos de fieros guerreros nativos comprados a base de regalos. La esforzada victoria española fue clave para mantener el suministro de armas, municiones y otros bienes a los rebeldes a través del gran río y para que los sublevados reafirmaran su control sobre el patio trasero de las colonias. Este sábado se cumplen 238 años de aquel episodio, rescatado del olvido en « The battle of St. Louis, the attack on Cahokia, and the American Revolution in the West» (THGC Publishing, 2017), libro editado y escrito por un descendiente de uno de los defensores de San Luis, Stephen L. Kling, con Kristine L. Sjostrom y Marysia T. López como coautoras. Además, en España se acaba de publicar la novela « La llave olvidada» (Alhulia), de Cristóbal Tejón, basada en esos mismos hechos. La batalla de San Luis es otro de los grandes capítulos que escribieron los españoles a lo largo de sus más de tres siglos de presencia en lo que hoy son los Estados Unidos de América. La Guerra de la Independencia no solo se libró en las trece colonias
inglesas de la costa atlántica. El apetito de nuevas tierras por los
americanos hizo que milicianos de Virginia liderados por George Rogers Clark se hicieran en 1778 con la
región al este del Misisipi conocida como Illinois, que hoy comprende
no solo el estado con ese nombre, sino también los de Indiana y
Kentucky. En la orilla opuesta, hacia el oeste, se abrían los vastos
territorios de la Luisiana,
que abarcaban desde Canadá al golfo de México y que tras la Guerra de
los Siete Años (1756-1763) pasaron de Francia a España. La capital era Nueva Orleáns, mientras que,
cerca de 2.000 kilómetros aguas arriba del Misisipi, San Luis era el
principal enclave de la alta Luisiana. Conocida entonces como San Luis
de Ilinueses, había sido fundada por franceses al calor del lucrativo
negocio del comercio de pieles en 1764, antes de que los españoles
tomaran el control efectivo de la zona. Fernando de Leyba fue allí
vicegobernador desde 1778.
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Nacido en Ceuta en
1734, Leyba pertenecía a una familia noble de Antequera, hoy provincia
de Málaga. Empezó su carrera militar como cadete a los 16 años y
participó en 1762 en la infructuosa defensa de La Habana frente a los
británicos, que lo hicieron prisionero. Una humillación que seguro no
olvidaría. Ya como capitán, en 1769 pisó por primera vez Luisiana,
donde la población era aún mayoritariamente francesa, y se curtió en
el inhóspito fuerte de Arkansas antes de ser destinado a San Luis. En su nuevo puesto, Leyba forjó una estrecha amistad con
Clark, el líder rebelde en Ilinois, que incluso llevó a una relación
amorosa del americano con una joven de la familia del militar español,
Teresa Leyba, aunque no está claro cuál era su parentesco. España, que venía prestando ayuda
encubierta a los insurgentes americanos, entró en guerra con Gran Bretaña
en 1779. Como respuesta, el ministro británico para las colonias, Lord Germain,
ideó una doble ofensiva para hacerse con el valle del Misisipi. Desde
el sur, el general John Campbell debía apoderarse de Nueva Orleáns
desde Pensacola, en la Florida Occidental. Mientras, una
serie de acciones lanzadas desde los fuertes de Michilimackinac y Detroit, en la
región de los Grandes Lagos, barrerían las plazas españolas y
americanas desde el norte, empleando sobre todo combatientes nativos.
Esta parte de la estrategia pasaba necesariamente por arrebatar San Luis
a los españoles, punto clave para controlar el río. Ambos frentes debían
encontrarse posteriormente en Natchez, unos
300 kilómetros aguas arriba de Nueva Orleáns, cerrando así el cerco
sobre Norteamérica como una tenaza. Sin embargo, estos planes empezaron a
torcerse para los británicos en el sur. El gobernador de la Luisiana
española, Bernardo de Gálvez,
decidió adelantarse a los casacas rojas y lanzarse a la ofensiva en
1779, consiguiendo no solo conquistar los fuertes de Manchac, Baton
Rouge y Natchez, en el Misisipi, sino también Mobila, en el golfo de México.
Más tarde, en 1781, se haría también con la
propia Pensacola. En la alta Luisiana, ante las noticias
obtenidas de un inminente ataque británico, Fernando de Leyba comenzó
en abril de 1780 los preparativos para defender San Luis. Hizo traer
cinco cañones de un viejo fuerte en la desembocadura del Misuri y
recabó refuerzos de la población de Sainte Geneviève, aguas abajo del Misisipi, y
entre los cazadores de la región. En total, contaba con 29 soldados
regulares y 281 «paisanos», es decir, milicianos. Entre tanto, comenzó a levantar al
oeste de la ciudad una torre cilíndrica de unos diez o doce metros, en
lo alto de la cual emplazaría los cinco cañones. El vicegobernador
pretendía construir cuatro, una en cada esquina, pero los mil pesos que
logró reunir (600 de los vecinos y 400 suyos) no alcanzaban para más.
La construcción de lo que se conocería como fuerte San Carlos, en honor al rey Carlos III,
empezó el 17 de abril. Treinta y nueve días después estaba terminada,
a falta únicamente de los parapetos. Pero ya no daría tiempo a
completarlos: a la una de la tarde del viernes 26 de mayo de 1780 se
presentaron a las afueras de San Luis entre 700 y 750 siux, winnebago,
menomini, sauk y fox en pie de guerra y dispuestos a arrasar el poblado. Avanzaron por unos terrenos comunales donde los campesinos
que encontraron se convirtieron en las primeras víctimas. «¡A las
armas, a las armas!», gritó un hombre a la carrera por las calles.
Desde la nueva torre, un cañonazo llamó a la alarma general. Al
instante, unos 275 hombres se apostaron en los atrincheramientos y
Fernando de Leyba, que se encontraba enfermo, fue llevado
apresuradamente al fuerte en una silla de manos. Mientras, más de 300 mujeres y niños
se refugiaron en la residencia del vicegobernador custodiados por una
veintena de soldados. Se cuenta, no obstante, que Marie Josepha Pinconneau di
Rigauche, viuda de un soldado de infantería, se enfundó
la casaca militar de su marido, cogió una pistola y un cuchillo, y
corrió a unirse a los atrincherados. El salvaje ataque a San Luis
Los invasores se lanzaron al asalto
enloquecidos de furia, profiriendo terribles alaridos y disparando a
quien se ponía por delante. Los españoles respondieron con fuego de
mosquetes en tierra y la artillería desde la atalaya, lo que cogió por
sorpresa a los atacantes, que esperaban un simple paseo militar. «Así
la tropa como el paisanaje mostraron el más bizarro espíritu», relataría posteriormente
la Gaceta de Madrid. Tras frenar la primera acometida, se entabló un terrible
combate envuelto en una nube de humo. Los indígenas se despachaban con
una saña espeluznante. La crónica de la Gaceta de Madrid no ahorra
detalles: «Desengañados por fin los enemigos de la inutilidad de sus
redoblados esfuerzos, se esparcieron por la campaña donde saciaron su
crueldad y furor en la sangre de 22 labradores que con sus esclavos se
ocupaban en el trabajo». En un macabro truco para tratar de hacer salir a los
defensores de sus escondites, mutilaban sin piedad a los capturados
entre estremecedores gritos de dolor. El propio Leyba daría testimonio
de cuerpos cortados en pedazos y entrañas arrancadas. Piernas, brazos y
cabezas quedaron esparcidos por las tierras de labor. Pero el
vicegobernador no cayó en la trampa y mantuvo a cada uno en su puesto.
Finalmente, al no obtener la victoria relámpago que esperaban, se
retiraron. San Luis se había salvado. Los británicos elevan a 68 el número de fallecidos entre
los defensores. La disparidad con las fuentes españolas puede responder
tanto a motivos propagandísticos como a que muchos prisioneros fueran
luego ejecutados. Carlos III premiaría la hazaña de Leyba
ascendiéndole a teniente coronel al año siguiente. Sin embargo, el
reconocimiento llegó tarde. A las cuatro de la mañana del 28 de junio
de 1780, solo semanas después de su gesta, la enfermedad le había
arrebatado lo que no pudieron sus enemigos: murió a los 45 años de
edad. Fue enterrado en la iglesia parroquial de San Luis junto a su
esposa, fallecida un año antes, dejando dos hijas huérfanas.
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Stephen L. King |
Pero los logros españoles en la alta Luisiana no se quedaron ahí. Meses después, ya en 1781 y en pleno invierno, una expedición se aventuró desde San Luis cientos de kilómetros al noreste y llegó a tomar y plantar por breve tiempo la bandera española en el lejano fuerte británico en Saint Joseph, nada menos que a orillas del lago Michigan. |
Si el plan de los británicos en el Oeste hubiese funcionado, sostiene Stephen L. Kling Jr., «San Luis y el oeste podrían haber tenido una historia muy diferente», concluye. En una introducción a su libro, la presidenta del Consejo de Artes Hispánicas de San Luis, Virginia Braxs, escribe: «Cuando piensas en San Luis, la primera cosa que te viene a la mente es su rica historia francesa (…). Apenas conocidas son, sin embargo, las raíces españolas de San Luis y el hecho de que San Luis fue una ciudad española gobernada por España durante casi cuarenta años». |
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Si hubiese triunfado el plan británico en el valle del Misisipi, «los Estados Unidos podrían ser muy diferentes hoy», asegura Stephen L. Kling, el autor del «La batalla de San Luis». En esencia, explica, «tendríamos otro Canadá a lo largo del río Misisipi y nunca se habría producido la compra de Luisiana». «Bernardo de Gálvez ha obtenido cierto reconocimiento, aunque no todo el que él o los españoles en general merecen. Pero las campañas más al norte son apenas conocidas, incluso en el Medio Oeste, al menos hasta hace poco», continúa. «El Medio Oeste de Estados Unidos ha sufrido de amnesia colectiva» con respecto a aquellos hechos, lamenta. En parte el problema es que «las tres grandes fuentes de la historia no estuvieron generalmente disponibles hasta tiempos más modernos»: los documentos de los responsables británicos Haldimand y Lord Germain, los del Archivo de Indias de Sevilla y los papeles de George Rogers Clark recopilados por Lyman Draper. Según Kling, «todavía ahora es difícil acceder a ellos y no están organizados», y es necesario leer todos ellos «para formarse una imagen completa de la enormidad de la campaña y cómo todas las piezas encajan». Se refiere a lo que él denomina el «Gran Plan» para barrer a españoles y americanos del valle del Misisipi, una operación en la que San Luis era la clave. Kling reconoce a ABC que esta historia tiene un «lugar especial» en su corazón, ya que tuve uno de sus antepasados fue miembro de la milicia que defendió la ciudad en 1780. Incluso, al rastrear en su genealogía, ha descubierto que por sus venas corre algo de sangre española. Según dice, el «interés por este tema se ha disparado». «He tenido 22 conferencias desde que se publicó el libro el pasado mayo, con una docena más previstas para este año», asegura. En la que ofreció en la última conmemoración anual de la batalla en el Museo de Historia de Misuri se registró una asistencia récord, completándose los 330 asientos del auditorio, cuando otras veces no se ocupaban más de cien. «Suelo preguntar en mis charlas cuánta gente ha oído alguna vez acerca de esta historia y normalmente es un 10%», comenta. No obstante, asegura que es sorprendente cuánta gente ha conocido en el último año que «desciende de alguien que estuvo en la batalla», apoyándose en las listas existentes en los registros españoles. Steve Kling está ahora organizando para 2019, junto con una de las coautoras, Kristine L. Sjostrom, una exposición en un museo de Ste. Geneviève, localidad de Misuri que aportó soldados y milicianos a la defensa de San Luis. Los planes incluyen una gran maqueta del fuerte San Carlos, maniquíes uniformados y detalles sobre algunos personajes en la batalla, además de ilustraciones y mapas. Según afirma, todavía «hay mucho por contar».
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Pero los logros españoles en la alta Luisiana no se quedaron ahí. Meses después, ya en 1781 y en pleno invierno, una expedición se aventuró desde San Luis cientos de kilómetros al noreste y llegó a tomar y plantar por breve tiempo la bandera española en el lejano fuerte británico en Saint Joseph, nada menos que a orillas del lago Michigan. Si el plan de los británicos en el Oeste hubiese funcionado, sostiene Stephen L. Kling Jr., «San Luis y el oeste podrían haber tenido una historia muy diferente», concluye. En una introducción a su libro, la presidenta del Consejo de Artes Hispánicas de San Luis, Virginia Braxs, escribe: «Cuando piensas en San Luis, la primera cosa que te viene a la mente es su rica historia francesa (…). Apenas conocidas son, sin embargo, las raíces españolas de San Luis y el hecho de que San Luis fue una ciudad española gobernada por España durante casi cuarenta años». «Si hubiese triunfado el ataque a San Luis, Estados Unidos sería hoy muy diferente»Si hubiese triunfado el plan británico en el valle del Misisipi, «los Estados Unidos podrían ser muy diferentes hoy», asegura Stephen L. Kling, el autor del «La batalla de San Luis». En esencia, explica, «tendríamos otro Canadá a lo largo del río Misisipi y nunca se habría producido la compra de Luisiana». «Bernardo de Gálvez ha obtenido cierto reconocimiento, aunque no todo el que él o los españoles en general merecen. Pero las campañas más al norte son apenas conocidas, incluso en el Medio Oeste, al menos hasta hace poco», continúa. «El Medio Oeste de Estados Unidos ha sufrido de amnesia colectiva» con respecto a aquellos hechos, lamenta. En parte el problema es que «las tres grandes fuentes de la historia no estuvieron generalmente disponibles hasta tiempos más modernos»: los documentos de los responsables británicos Haldimand y Lord Germain, los del Archivo de Indias de Sevilla y los papeles de George Rogers Clark recopilados por Lyman Draper. Según Kling, «todavía ahora es difícil acceder a ellos y no están organizados», y es necesario leer todos ellos «para formarse una imagen completa de la enormidad de la campaña y cómo todas las piezas encajan». Se refiere a lo que él denomina el «Gran Plan» para barrer a españoles y americanos del valle del Misisipi, una operación en la que San Luis era la clave. Kling reconoce a ABC que esta historia tiene un «lugar especial» en su corazón, ya que tuve uno de sus antepasados fue miembro de la milicia que defendió la ciudad en 1780. Incluso, al rastrear en su genealogía, ha descubierto que por sus venas corre algo de sangre española. Según dice, el «interés por este tema se ha disparado». «He tenido 22 conferencias desde que se publicó el libro el pasado mayo, con una docena más previstas para este año», asegura. En la que ofreció en la última conmemoración anual de la batalla en el Museo de Historia de Misuri se registró una asistencia récord, completándose los 330 asientos del auditorio, cuando otras veces no se ocupaban más de cien. «Suelo preguntar en mis charlas cuánta gente ha oído alguna vez acerca de esta historia y normalmente es un 10%», comenta. No obstante, asegura que es sorprendente cuánta gente ha conocido en el último año que «desciende de alguien que estuvo en la batalla», apoyándose en las listas existentes en los registros españoles. Steve Kling está ahora organizando para 2019, junto con una de las coautoras, Kristine L. Sjostrom, una exposición en un museo de Ste. Geneviève, localidad de Misuri que aportó soldados y milicianos a la defensa de San Luis. Los planes incluyen una gran maqueta del fuerte San Carlos, maniquíes uniformados y detalles sobre algunos personajes en la batalla, además de ilustraciones y mapas. Según afirma, todavía «hay mucho por contar».
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Found
by: C. Campos y Escalante (campce@gmail.com)
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1800s |
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Black Freedmen in New England 18th-19th Centuries |
Estimados/as
Amigos/as,
Commentary.
The last sentence reminds me of more recent times in the Casey of white
attitudes toward MexAms. . .Whites (politicians and regular folks)
called us dirty, ignorant and immoral. (Read Mendez v Westminster).
These attitudes can be traced to 18th century in New England in the
maltreatment of Blacks and Native Americans, especially
brutal/violent in the South. I'm
sure minority persons have stories to tell about being insulted,
ignored, assaulted because of their color and/or minority status... As a
teenager, I recalled joining barrio friend Bobby Moreno on a bus trip to
downtown Santa Ana to sell copies of the Santa Ana Register (now the OC
Register). Along the way to the plant, we passed a fenced in area. When
White boys saw us, they ran over to call us dirty Mexicans. I was
flabbergasted as I'd taken my customary Saturday morning bath! Other
than a couple more minor incidents, my relationships with Anglos have
been exceptionally good, the majority of them my benefactors, friends
and colleagues being white! Al Vela siglerpark@gmail.com
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1900s |
He was my first cousin, one of 4 that signed up in WW2. “Little Joe” went into Army, Rudy Gandara went into the Navy, Edward “Jackson” Gandara went into the Marines, Robert Gandara went into the Sea Bees. Only “Little Joe” did not return. I was notified about the honor by a distant in-law. I was fortunate to go to Washington and met President Obama. I will attach a photo…(I am the one in the Uniform)
See my interview: DVIDS interview of Armando V. Lopez Let me know if you need more info. This is a story that was not told! There is much on internet. France erected a statue of him |
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2000s |
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Sent by Carl Campo y Escalante |
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The following story is brought to you courtesy of The Federalist. Click the link to visit their page and see more stories. THE PRESIDENT: Well, thank you very much. And Gov. Noem, Secretary Bernhardt — very much appreciate it — members of Congress, distinguished guests, and a very special hello to South Dakota. (Applause.) As we begin this Fourth of July weekend, the first lady and I wish each and every one of you a very, very Happy Independence Day. Thank you. (Applause.) Let us show our appreciation to the South Dakota Army and Air National Guard, and the U.S. Air Force for inspiring us with that magnificent display of American air power — (applause) — and of course, our gratitude, as always, to the legendary and very talented Blue Angels. Thank you very much. (Applause.) Let us also send our deepest thanks to our wonderful veterans, law enforcement, first responders, and the doctors, nurses, and scientists working tirelessly to kill the virus. They’re working hard. (Applause.) I want to thank them very, very much. We’re grateful as well to your state’s congressional delegation: Sens. John Thune — John, thank you very much — (applause) — Sen. Mike Rounds — (applause) — thank you, Mike — and Dusty Johnson, congressman. Hi, Dusty. Thank you. (Applause.) And all others with us tonight from Congress, thank you very much for coming. We appreciate it. There could be no better place to celebrate America’s independence than beneath this magnificent, incredible, majestic mountain and monument to the greatest Americans who have ever lived. Today, we pay tribute to the exceptional lives and extraordinary legacies of George Washington, Thomas Jefferson, Abraham Lincoln, and Teddy Roosevelt. (Applause.) I am here as your president to proclaim before the country and before the world: This monument will never be desecrated — (applause) — these heroes will never be defaced, their legacy will never, ever be destroyed, their achievements will never be forgotten, and Mount Rushmore will stand forever as an eternal tribute to our forefathers and to our freedom. (Applause.) AUDIENCE: USA! USA! USA! THE PRESIDENT: We gather tonight to herald the most important day in the history of nations: July 4, 1776. At those words, every American heart should swell with pride. Every American family should cheer with delight. And every American patriot should be filled with joy, because each of you lives in the most magnificent country in the history of the world, and it will soon be greater than ever before. (Applause.) Our Founders launched not only a revolution in government, but a revolution in the pursuit of justice, equality, liberty, and prosperity. No nation has done more to advance the human condition than the United States of America. And no people have done more to promote human progress than the citizens of our great nation. (Applause.) It was all made possible by the courage of 56 patriots who gathered in Philadelphia 244 years ago and signed the Declaration of Independence. (Applause.) They enshrined a divine truth that changed the world forever when they said: “All men are created equal.” These immortal words set in motion the unstoppable march of freedom. Our Founders boldly declared that we are all endowed with the same divine rights — given [to] us by our Creator in Heaven. And that which God has given us, we will allow no one, ever, to take away — ever. (Applause.) Seventeen seventy-six represented the culmination of thousands of years of Western civilization and the triumph not only of spirit, but of wisdom, philosophy, and reason. And yet, as we meet here tonight, there is a growing danger that threatens every blessing our ancestors fought so hard for, struggled, they bled to secure. Our nation is witnessing a merciless campaign to wipe out our history, defame our heroes, erase our values, and indoctrinate our children. AUDIENCE: Booo — THE PRESIDENT: Angry mobs are trying to tear down statues of our Founders, deface our most sacred memorials, and unleash a wave of violent crime in our cities. Many of these people have no idea why they are doing this, but some know exactly what they are doing. They think the American people are weak and soft and submissive. But no, the American people are strong and proud, and they will not allow our country, and all of its values, history, and culture, to be taken from them. (Applause.) AUDIENCE: USA! USA! USA! THE PRESIDENT: One of their political weapons is “cancel culture” — driving people from their jobs, shaming dissenters, and demanding total submission from anyone who disagrees. This is the very definition of totalitarianism, and it is completely alien to our culture and our values, and it has absolutely no place in the United States of America. (Applause.) This attack on our liberty, our magnificent liberty, must be stopped, and it will be stopped very quickly. We will expose this dangerous movement, protect our nation’s children, end this radical assault, and preserve our beloved American way of life. (Applause.) In our schools, our newsrooms, even our corporate boardrooms, there is a new far-left fascism that demands absolute allegiance. If you do not speak its language, perform its rituals, recite its mantras, and follow its commandments, then you will be censored, banished, blacklisted, persecuted, and punished. It’s not going to happen to us. (Applause.) Make no mistake: this left-wing cultural revolution is designed to overthrow the American Revolution. In so doing, they would destroy the very civilization that rescued billions from poverty, disease, violence, and hunger, and that lifted humanity to new heights of achievement, discovery, and progress. To make this possible, they are determined to tear down every statue, symbol, and memory of our national heritage. AUDIENCE MEMBER: Not on my watch! (Applause.) THE PRESIDENT: True. That’s very true, actually. (Laughter.) That is why I am deploying federal law enforcement to protect our monuments, arrest the rioters, and prosecute offenders to the fullest extent of the law. (Applause.) AUDIENCE: Four more years! Four more years! Four more years! THE PRESIDENT: I am pleased to report that yesterday, federal agents arrested the suspected ringleader of the attack on the statue of Andrew Jackson in Washington, D.C. — (applause) — and, in addition, hundreds more have been arrested. (Applause.) Under the executive order I signed last week — pertaining to the Veterans’ Memorial Preservation and Recognition Act and other laws — people who damage or deface federal statues or monuments will get a minimum of 10 years in prison. (Applause.) And obviously, that includes our beautiful Mount Rushmore. (Applause.) Our people have a great memory. They will never forget the destruction of statues and monuments to George Washington, Abraham Lincoln, Ulysses S. Grant, abolitionists, and many others. The violent mayhem we have seen in the streets of cities that are run by liberal Democrats, in every case, is the predictable result of years of extreme indoctrination and bias in education, journalism, and other cultural institutions. Against every law of society and nature, our children are taught in school to hate their own country, and to believe that the men and women who built it were not heroes, but that were villains. The radical view of American history is a web of lies — all perspective is removed, every virtue is obscured, every motive is twisted, every fact is distorted, and every flaw is magnified until the history is purged and the record is disfigured beyond all recognition. This movement is openly attacking the legacies of every person on Mount Rushmore. They defile the memory of Washington, Jefferson, Lincoln, and Roosevelt. Today, we will set history and history’s record straight. (Applause.) Before these figures were immortalized in stone, they were American giants in full flesh and blood, gallant men whose intrepid deeds unleashed the greatest leap of human advancement the world has ever known. Tonight, I will tell you and, most importantly, the youth of our nation, the true stories of these great, great men. From head to toe, George Washington represented the strength, grace, and dignity of the American people. From a small volunteer force of citizen farmers, he created the Continental Army out of nothing and rallied them to stand against the most powerful military on Earth. Through eight long years, through the brutal winter at Valley Forge, through setback after setback on the field of battle, he led those patriots to ultimate triumph. When the Army had dwindled to a few thousand men at Christmas of 1776, when defeat seemed absolutely certain, he took what remained of his forces on a daring nighttime crossing of the Delaware River. They marched through nine miles of frigid darkness, many without boots on their feet, leaving a trail of blood in the snow. In the morning, they seized victory at Trenton. After forcing the surrender of the most powerful empire on the planet at Yorktown, Gen. Washington did not claim power, but simply returned to Mount Vernon as a private citizen. When called upon again, he presided over the Constitutional Convention in Philadelphia, and was unanimously elected our first president. (Applause.) When he stepped down after two terms, his former adversary King George called him “the greatest man of the age.” He remains first in our hearts to this day. For as long as Americans love this land, we will honor and cherish the father of our country, George Washington. (Applause.) He will never be removed, abolished, and most of all, he will never be forgotten. (Applause.) Thomas Jefferson — the great Thomas Jefferson — was 33 years old when he traveled north to Pennsylvania and brilliantly authored one of the greatest treasures of human history, the Declaration of Independence. He also drafted Virginia’s Constitution, and conceived and wrote the Virginia Statute for Religious Freedom, a model for our cherished First Amendment. After serving as the first secretary of state, and then vice president, he was elected to the presidency. He ordered American warriors to crush the Barbary pirates, he doubled the size of our nation with the Louisiana Purchase, and he sent the famous explorers Lewis and Clark into the west on a daring expedition to the Pacific Ocean. He was an architect, an inventor, a diplomat, a scholar, the founder of one of the world’s great universities, and an ardent defender of liberty. Americans will forever admire the author of American freedom, Thomas Jefferson. (Applause.) And he, too, will never, ever be abandoned by us. (Applause.) Abraham Lincoln, the savior of our union, was a self-taught country lawyer who grew up in a log cabin on the American frontier. The first Republican president, he rose to high office from obscurity, based on a force and clarity of his anti-slavery convictions. Very, very strong convictions. He signed the law that built the Transcontinental Railroad; he signed the Homestead Act, given to some incredible scholars — as simply defined, ordinary citizens free land to settle anywhere in the American West; and he led the country through the darkest hours of American history, giving every ounce of strength that he had to ensure that government of the people, by the people, and for the people did not perish from this Earth. (Applause.) He served as commander-in-chief of the U.S. Armed Forces during our bloodiest war, the struggle that saved our union and extinguished the evil of slavery. Over 600,000 died in that war; more than 20,000 were killed or wounded in a single day at Antietam. At Gettysburg, 157 years ago, the Union bravely withstood an assault of nearly 15,000 men and threw back Pickett’s charge. Lincoln won the Civil War; he issued the Emancipation Proclamation; he led the passage of the 13th Amendment, abolishing slavery for all time — (applause) — and ultimately, his determination to preserve our nation and our union cost him his life. For as long as we live, Americans will uphold and revere the immortal memory of President Abraham Lincoln. (Applause.) Theodore Roosevelt exemplified the unbridled confidence of our national culture and identity. He saw the towering grandeur of America’s mission in the world and he pursued it with overwhelming energy and zeal. As a lieutenant colonel during the Spanish-American War, he led the famous Rough Riders to defeat the enemy at San Juan Hill. He cleaned up corruption as police commissioner of New York City, then served as the governor of New York, vice president, and at 42 years old, became the youngest-ever president of the United States. (Applause.) He sent our great new naval fleet around the globe to announce America’s arrival as a world power. He gave us many of our national parks, including the Grand Canyon; he oversaw the construction of the awe-inspiring Panama Canal; and he is the only person ever awarded both the Nobel Peace Prize and the Congressional Medal of Honor. He was — (applause) — American freedom personified in full. The American people will never relinquish the bold, beautiful, and untamed spirit of Theodore Roosevelt. (Applause.) No movement that seeks to dismantle these treasured American legacies can possibly have a love of America at its heart. Can’t have it. No person who remains quiet at the destruction of this resplendent heritage can possibly lead us to a better future. The radical ideology attacking our country advances under the banner of social justice. But in truth, it would demolish both justice and society. It would transform justice into an instrument of division and vengeance, and it would turn our free and inclusive society into a place of repression, domination, and exclusion. They want to silence us, but we will not be silenced. (Applause.) AUDIENCE: USA! USA! USA! AUDIENCE MEMBER: We love you! THE PRESIDENT: Thank you. Thank you very much. Thank you very much. We will state the truth in full, without apology: We declare that the United States of America is the most just and exceptional nation ever to exist on Earth. We are proud of the fact — (applause) — that our country was founded on Judeo-Christian principles, and we understand — (applause) — that these values have dramatically advanced the cause of peace and justice throughout the world. We know that the American family is the bedrock of American life. (Applause.) We recognize the solemn right and moral duty of every nation to secure its borders. (Applause.) And we are building the wall. (Applause.) We remember that governments exist to protect the safety and happiness of their own people. A nation must care for its own citizens first. We must take care of America first. It’s time. (Applause.) We believe in equal opportunity, equal justice, and equal treatment for citizens of every race, background, religion, and creed. Every child, of every color — born and unborn — is made in the holy image of God. (Applause.) We want free and open debate, not speech codes and cancel culture. We embrace tolerance, not prejudice. We support the courageous men and women of law enforcement. (Applause.) We will never abolish our police or our great Second Amendment, which gives us the right to keep and bear arms. (Applause.) We believe that our children should be taught to love their country, honor our history, and respect our great American flag. (Applause.) We stand tall, we stand proud, and we only kneel to Almighty God. (Applause.) This is who we are. This is what we believe. And these are the values that will guide us as we strive to build an even better and greater future. Those who seek to erase our heritage want Americans to forget our pride and our great dignity, so that we can no longer understand ourselves or America’s destiny. In toppling the heroes of 1776, they seek to dissolve the bonds of love and loyalty that we feel for our country, and that we feel for each other. Their goal is not a better America, their goal is the end of America. AUDIENCE: Booo — THE PRESIDENT: In its place, they want power for themselves. But just as patriots did in centuries past, the American people will stand in their way — and we will win, and win quickly and with great dignity. (Applause.) We will never let them rip America’s heroes from our monuments, or from our hearts. By tearing down Washington and Jefferson, these radicals would tear down the very heritage for which men gave their lives to win the Civil War; they would erase the memory that inspired those soldiers to go to their deaths, singing these words of the Battle Hymn of the Republic: “As He died to make men Holy, let us die to make men free, while God is marching on.” (Applause.) They would tear down the principles that propelled the abolition of slavery in America and, ultimately, around the world, ending an evil institution that had plagued humanity for thousands and thousands of years. Our opponents would tear apart the very documents that Martin Luther King used to express his dream, and the ideas that were the foundation of the righteous movement for civil rights. They would tear down the beliefs, culture, and identity that have made America the most vibrant and tolerant society in the history of the Earth. My fellow Americans, it is time to speak up loudly and strongly and powerfully and defend the integrity of our country. (Applause.) AUDIENCE: USA! USA! USA! THE PRESIDENT: It is time for our politicians to summon the bravery and determination of our American ancestors. It is time. (Applause.) It is time to plant our flag and protect the greatest of this nation, for citizens of every race, in every city, and every part of this glorious land. For the sake of our honor, for the sake of our children, for the sake of our union, we must protect and preserve our history, our heritage, and our great heroes. (Applause.) Here tonight, before the eyes of our forefathers, Americans declare again, as we did 244 years ago, that we will not be tyrannized, we will not be demeaned, and we will not be intimidated by bad, evil people. It will not happen. (Applause.) AUDIENCE: USA! USA! USA! THE PRESIDENT: We will proclaim the ideals of the Declaration of Independence, and we will never surrender the spirit and the courage and the cause of July 4, 1776. Upon this ground, we will stand firm and unwavering. In the face of lies meant to divide us, demoralize us, and diminish us, we will show that the story of America unites us, inspires us, includes us all, and makes everyone free. We must demand that our children are taught once again to see America as did Rev. Martin Luther King, when he said that the Founders had signed “a promissory note” to every future generation. Dr. King saw that the mission of justice required us to fully embrace our founding ideals. Those ideals are so important to us — the founding ideals. He called on his fellow citizens not to rip down their heritage, but to live up to their heritage. (Applause.) Above all, our children, from every community, must be taught that to be American is to inherit the spirit of the most adventurous and confident people ever to walk the face of the Earth. Americans are the people who pursued our manifest destiny across the ocean, into the uncharted wilderness, over the tallest mountains, and then into the skies and even into the stars. We are the country of Andrew Jackson, Ulysses S. Grant, and Frederick Douglass. We are the land of Wild Bill Hickock and Buffalo Bill Cody. (Applause.) We are the nation that gave rise to the Wright Brothers, the Tuskegee Airmen — (applause) — Harriet Tubman, Clara Barton, Jesse Owens, George Patton — Gen. George Patton — the great Louis Armstrong, Alan Shepard, Elvis Presley, and Mohammad Ali. (Applause.) And only America could have produced them all. (Applause.) No other place. We are the culture that put up the Hoover Dam, laid down the highways, and sculpted the skyline of Manhattan. We are the people who dreamed a spectacular dream — it was called: Las Vegas, in the Nevada desert; who built up Miami from the Florida marsh; and who carved our heroes into the face of Mount Rushmore. (Applause.) Americans harnessed electricity, split the atom, and gave the world the telephone and the internet. We settled the Wild West, won two World Wars, landed American astronauts on the Moon — and one day very soon, we will plant our flag on Mars. We gave the world the poetry of Walt Whitman, the stories of Mark Twain, the songs of Irving Berlin, the voice of Ella Fitzgerald, the style of Frank Sinatra — (applause) — the comedy of Bob Hope, the power of the Saturn V rocket, the toughness of the Ford F-150 — (applause) — and the awesome might of the American aircraft carriers. Americans must never lose sight of this miraculous story. You should never lose sight of it, because nobody has ever done it like we have done it. So today, under the authority vested in me as President of the United States — (applause) — I am announcing the creation of a new monument to the giants of our past. I am signing an executive order to establish the National Garden of American Heroes, a vast outdoor park that will feature the statues of the greatest Americans to ever live. (Applause.) From this night and from this magnificent place, let us go forward united in our purpose and rededicated in our resolve. We will raise the next generation of American patriots. We will write the next thrilling chapter of the American adventure. And we will teach our children to know that they live in a land of legends, that nothing can stop them, and that no one can hold them down. (Applause.) They will know that in America, you can do anything, you can be anything, and together, we can achieve anything. (Applause.) Uplifted by the titans of Mount Rushmore, we will find unity that no one expected; we will make strides that no one thought possible. This country will be everything that our citizens have hoped for, for so many years, and that our enemies fear — because we will never forget that American freedom exists for American greatness. And that’s what we have: American greatness. (Applause.) Centuries from now, our legacy will be the cities we built, the champions we forged, the good we did, and the monuments we created to inspire us all. My fellow citizens: America’s destiny is in our sights. America’s heroes are embedded in our hearts. America’s future is in our hands. And ladies and gentlemen: the best is yet to come. (Applause.) AUDIENCE: USA! USA! USA! THE PRESIDENT: This has been a great honor for the first lady and myself to be with you. I love your state. I love this country. I’d like to wish everybody a very happy Fourth of July. To all, God bless you, God bless your families, God bless our great military, and God bless America. Thank you very much. (Applause.) |
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