Breves comentarios a
modo de ensayo basados en la obra: OUR
HIPANIC ROOTS: What History Failed To Tell Us, de Carlos B. Vega, próximamente
a publicarse en una segunda edición.
Que cada cual haga sonar sus propios clarines y defienda lo suyo
siempre que se haga honrando la verdad y motivados por nobles causas.
If Spain had not existed
300 years ago, the United States would not exist today.
Charles F. Lummis, profesor de Harvard y autor
de la insigne obra “Los conquistadores
españoles del siglo XVI”.
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Much before the other
Europeans arrived, Spain and Hispanics called what is today the entire
United States “HOME.”
Carlos B. Vega.
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Son pocas las personas que tienen noción cabal de la aportación de
España y el Mundo Hispánico en general a la creación, formación y
desarrollo del actual Estados Unidos. Desde que Inglaterra, Holanda,
Francia y Alemania siguieron la huella descubridora de España en el
siglo XVI, se apoderaron de la historia interpretándola a su gusto y
manera para así destronar a la verdadera nación pionera, ganar honra,
y resucitar sus endémicas economías a costa del esfuerzo y sacrificio
de otros.
Empecemos por decir que la historia de la gran nación
norteamericana no se cuenta a partir de 1620 con la llegada de los
rebeldes Padrea Peregrinos, sino muy claramente con la del español Juan
Ponce de León a la Florida en 1513, o sea, casi cien años antes, cien
años en los que se cimentaron las bases culturales, sociales, políticas
y económicas de la actual nación. A Ponce de León le siguieron De
Soto, Coronado, Cabeza de Vaca, junto con cientos de otros pioneros que
atravesaron el continente a lo largo y ancho sembrando las más que
fructíferas semillas de la Civilización Occidental que dieron vida y
sustento a lo que con el tiempo llegaron a ser los Estados Unidos de
Norteamérica. Es más
que equívoco pensar que la Civilización Occidental penetró en el país
por su costa oriental, es decir, con los ingleses, cuando en realidad
penetró por el suroeste a través de México. Mientras los ingleses,
holandeses, y otros, se dedicaron al pacífico cultivo
del campo para su sustento y a establecerse social y políticamente
en un puñado de tierra que es hoy el estado de Virginia, España y sus
provincias americanas se lanzaron a la descomunal empresa de descubrir,
explorar y poblar enormes territorios por todo el continente, así como
otras regiones del mundo allende el Pacífico, más toda la América
meridional desde el golfo de México hasta Patagonia. Dígase, pues, quién
logró más en el mundo y quién merece mayor honra. Sin embargo, todo
esto se lo calló la historia dando honra y mérito a quienes menos lo
merecían.
Pero toda esa empresa descubridora y civilizadora tuvo sus orígenes
y puntos de partida en lo que eran entonces provincias de España en América
donde se fraguaron y adquirieron alas: Santo Domingo, Cuba, Puerto Rico,
México, toda Centroamérica, y la costa norte de Sur América—llamada
en español “Tierra Firme” y en inglés “Spanish Main”—más
Perú, Ecuador y Bolivia. Y una vez constituida la incipiente República
en el siglo XVIII, fueron España y esas provincias las que las
alentaron y apoyaron en pos de su soñada independencia.
Y así continuó incesante la misión hispánica en Norteamérica
hasta principios del siglo XIX, trescientos años que cavaron hondas
huellas que una historia insidiosa y distorsionada se ha empeñado en
opacar por más de 500 años. Durante ese tiempo, España y sus
provincias se adentraron en el alma del continente y a través de la
labor de sus beneméritos misioneros—que llevaron a cabo una empresa
civilizadora sin precedentes en la historia—se instruyó al indígena
a leer y escribir, a adiestrarlo en todas las artes y oficios, cultivar
la tierra, edificar casas, puentes y caminos, iglesias, conventos,
hospitales, asilos, criar
ganado, puercos, gallinas, así como llegar a conocer a fondo sus
lenguas, culturas y costumbres, componiendo además copiosos volúmenes
sobre una Norteamérica escondida y revelándola de par en par a un
mundo ávido de conocerla. Así lo atestiguan, entre otras muchas, las
obras “Décadas” de Pedro Mártir de Anglería de 1516, primera
historia de América, “Vocabulario trilingüe en castellano, latín y
mexicano” de Bernardino de Sahagún de 1535, primer diccionario de América,
“Historia general de las Indias” de Francisco López de Gómara de
1552, e “Historia general de los hechos de los castellanos en las
islas y tierra firme del Mar Océano” de Antonio de Herrera de
1601-1615. Uno de esos misioneros, el padre Eusebio Francisco Kino,
bautizó por su cuenta a más de 100.000 indígenas y fundó sobre
veinte misiones en lo que es hoy Arizona y áreas circundantes. Se
fundaron escuelas y hospitales, asilos para niños y mujeres abandonados
y ancianos, iglesias y conventos, ciudades y pueblos, como José de
Escalón que fundó un total de 21 pueblos y 57 misiones, fray Junípero
Serra quien, junto con otros misioneros, fundaron 21 misiones en
California, y las de los jesuitas a todo lo largo de la costa oriental
del continente desde la Florida a Virginia.
En menos de 50 años quedaron descubiertos, explorados, y poblados
los territorios de 27 de los actuales Estados Unidos: Alabama, Arizona,
Arkansas, California, Colorado, Florida, Georgia, Illinois, Indiana,
Kansas, Kentucky, Louisiana, Mississippi, Montana, Nebraska, Nevada, New
Mexico, North Carolina, Oklahoma, Oregon, South Carolina, Tennessee,
Texas, Utah, Virginia, Washington, Wyoming. En total, los españoles y
sus aliados americanos recorrieron más de 150.000 kilómetros en todas
las direcciones, llegando hacia el suroeste a California, hacia el
noroeste hasta Oregon y el estado de Washington, hacia el norte hasta
Illinois, y hacia el noreste hasta Virginia. Con solo las expediciones
de Juan de Oñate de 1598, y la de Diego de Vargas Zapata de 1693,
hubiera bastado para poblar gran parte del sur del continente, pero les
siguieron muchas más. La de Oñate incluía a 130 soldados y sus
familias, varios misioneros, 83 carromatos y 7.000 cabezas de ganado, y
la de Zapata una enorme caravana de soldados, frailes, indígenas,
ganado, plantas, comestibles, y herramientas. Ambas se organizaron y
partieron desde México impulsadas por los virreyes españoles empeñados
en poblar las nuevas tierras. Indudablemente que no eran el oro y la
plata ni las ansias de poder y fama lo que las impulsaron.
Originalmente la Florida comprendía el territorio existente entre
lo que es hoy la península y todo el noreste hasta Canadá, y Luisiana
desde el golfo de México hasta Canadá, o sea, que se dividía al
continente en dos partes: una la Florida y la otra Luisiana. Es más, a
la Florida y a Luisiana se les denominaban entonces “países” y no
territorios. Por eso, al inmiscuirse Inglaterra en las costas de Norteamérica
protestó España pues toda América, menos Brasil, le correspondía por
el Tratado de Tordesillas de 1494 así designado en el planisferio de
Cantino de 1502. Por eso hay quienes tildan hoy a los ingleses como los
primeros “illegal aliens” de Norteamérica. Es
extraordinario el hecho de que hacía 1763, escasamente trece años
antes de proclamarse la “Declaración de Independencia” de Estados
Unidos, casi sus dos terceras partes estaban bajo el dominio de España,
es decir, todas las tierras al oeste del río Mississippi más toda la
Florida. El territorio de Luisiana comprendía entonces 2.140,000 kilómetros
cuadrados
España, con el apoyo de sus otras provincias americanas, descubrió
el golfo de México, el mar Caribe y el Pacífico, verdaderos puentes al
mundo que tanto contribuyeron a la expansión y desarrollo de Estados
Unidos. Y en cuanto al resto de Europa, sumida en tinieblas por aquel
entonces, fue España la que marcó la ruta del Atlántico hacia América,
no solo por el viaje de Colón sino por las sabias obras de navegación
publicadas durante aquellos primeros años como “Summa de geografía”
de Martín Fernández de Enciso de 1519, “Geografía
y descripción de las Indias” de Juan López de Velasco del mismo año,
y “Arte de Navegar” de Pedro de Medina de 1545, esta última
traducida prontamente al alemán, francés, inglés e italiano. Como
dato interesante, recientemente se vendió en Christie’s en Nueva York
la primera edición del libro de Medina por la suma de US$578,500. En su catálogo, Christie’s lo describe así:
“First edition of the first practical treatise on navegation: with the
first appearance of this map of the Atlantic and the Americas”.
Incansable en su misión descubridora y civilizadora, auspició España
en 1798 la expedición científica a América del sabio alemán
Alexander von Humboltd para tomar cuenta minuciosa y fidedigna de su
flora y fauna, gentes, costumbres, minerales, historia colonial, economía,
viaje que tomó más de cinco años en realizarse y que fructificó en
una enciclopedia de 30 tomos que escribió el propio Humboltd con su
amigo A.J.A. Bonpland titulada
“Viajes a las regiones del equinoccio del nuevo continente”
publicada en París entre 1807-1827. En 1804 el cirujano español
Francisco Javier de Balmis encabezó una expedición por toda América—incluyendo
parte de la del norte— para vacunar a la población contra la viruela
así como estudiar las propiedades medicinales de algunas plantas
publicando después dos obras capitales: “Instrucción sobre la
introducción y conservación de la vacuna” y “Tratado de las
virtudes del ágape y la begonia”, esta última publicada en Madrid en
1794. Al respecto, el historiador Robert Ryal Miller escribió
estas palabras: “At the turn of the century, when the use of the
vaccine to immunize against smallpox was newly discovered, the Spanish
Government sent the Balmis expedition to the New World with medical
teams, who penetrated mountains and jungles vaccinating American Indians
by the thousands”. Notable asimismo fue
la expedición a Nueva Granada de José Celestino Mutis en 1772-1775 que
produjo la monumental obra “Flora de Bogotá” publicada en Madrid,
con más de 6.840 grabados de los más reputados artistas de la época y
a un costo para el gobierno español de 230.000 pesos, exorbitante
cantidad en aquellos tiempos.
Con el oro y plata provenientes de las minas de México, Perú,
Bolivia y Ecuador, se sostuvieron y florecieron las 13 Colonias
norteamericanas por más de cien años, y en gran parte resultaron
decisivos en la Guerra de Independencia, especialmente en la decisiva
batalla de Yorktown según consta en carta de George Washington al
monarca español Carlos III en la que le manifiesta su profundo
agradecimiento. La totalidad de tales fondos provino de una recolecta
que se llevó a cabo en Cuba a tal efecto. Igual de magnánimas se
condujeron España y sus provincias durante la Guerra Civil de Estados
Unidos en el siglo XIX, enviando grandes ejércitos, abastecimientos y
pertrechos de guerra. Bien podrían figurar, junto con otros, el general
español Bernardo de Gálvez entre los “Founding Fathers” de Estados
Unidos, y no menos el padre Junípero Serra, dos de las figuras
centrales de la historia norteamericana.
Para terminar, razonemos lo siguiente:
¿Qué sería hoy Estados Unidos sin ser dueña de sus mares, sin
los territorios cedidos por España a través de los años y los de México
(casi un millón de kilómetros cuadrados) con todas
sus riquezas naturales, sin haber contado con el oro y plata de la otra
América, y si hubiera tenido que civilizar o poblar por sí solo toda
esa inmensa región de su territorio durante los primeros doscientos años
de su historia? Sus trece colonias eran un puntito borroso en el mapa
mundial, y no fue hasta principios del siglo XIX, bajo el mandato de
Thomas Jefferson, que extendieron sus fronteras a tierras ya asentadas y
florecientes por la empresa de España y el Mundo Hispánico. ¿Cuánto
tiempo, esfuerzo y dinero le hubiera costado haber hecho todo eso por
cuenta propia? Si lo analizamos bien, asombra que por la irrisoria suma
de 35 millones de dólares adquiriera Estados Unidos tantas tierras:
Luisiana y México por 15 millones, y por las de España 5 millones, y
si le añadiéramos la compra de Alaska a Rusia por 7.2 millones,
ascendería el total a 42.2 millones de dólares, aproximadamente lo que
costaría hoy un edificio de 30 pisos en Manhattan.
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He aquí un dato en extremo curioso y revelador: Ya se sabe que
Thomas Jefferson era amante del español e insistía en que se
aprendiera, pero lo que saben pocos es que descendía del rey español
Fernando I llamado “el Santo” que reinó en Castilla y León en el
siglo XIII. Y lo que no sabe casi nadie es
que George Washington descendía de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, y su
mujer Jimena por su hija Elvira conocida también como Cristina. Ambos
llevaban sangre hispánica en sus venas.
Y este otro que ha de sorprender:
Imponderables de la
historia o el destino de los pueblos.
Poco antes de arribar a América, fue Pinzón el que convenció a
Colón de cambiar su rumbo hacia el sur en vez de continuar en dirección
oeste. De no haberlo hecho, es muy probable que lo que son hoy Estados
Unidos y Canadá fueran lo que es hoy la América Hispánica y que ambas
naciones nunca hubieran existido.
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Copyright 2013 by Carlos B. Vega. La obra citada
arriba puede adquirirse en el internet a partir de mayo de 2013. Para más
información llamar al: 201.868.6750, o por correo electrónico:
Spain37@att.net.. Carlos B. Vega es catedrático universitario en Nueva
York y autor de 48 obras hasta la fecha, parte de las cuales pueden
verse en Google y Google Images bajo su nombre completo: Carlos B. Vega.
Ha sido además recientemente nombrado
por el Gobierno Español entre los hispanistas más notables del mundo.
Dr. Vega will be speaking at the Asociación de
Licenciados y Doctores Españoles de Estados Unidos conference April
16-19, being held, at the Hilton Hotel in St. Augustine, Florida.
For more information on the Spanish Professionals in America, ALDEEU,
please go to: http://www.aldeeu.org/
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